Ahí os dejo el artículo íntegro que fue pensado y parido, nunca mejor dicho, para que se cobijase en Guirilandia y cuyo autor nunca se atrevió a publicar.
"Los países se diferencian en muchas
cosas: idiomas, idiosincracias, gastronomía, sentido del humor o
ausencia del mismo, presencia u omisión del bidé en el cuarto de
baño y sobretodo en cómo se vive el deporte nacional. Pero hay una
diferencia aún más primigenia si cabe, anterior a todas ellas: el
modo en el que nacemos.
Aún sin poseer un conocimiento
exhaustivo de lo que suele acontecer en la piel de toro y en su
puñado de autonomías me da a mi que todo más o menos funciona de
forma parecida; una se pone de parto, se la lleva a “monitores”,
osea al hospital y allí se mete una un chute de epidural y empujar
se ha dicho.
Algunas locas, sobretodo hippies
comehierbas izquierdistas con pelos en los sobacos y seguramente
lesbianas, con voz firme y aunando todo el valor que puedan porque
saben que serán consideradas automáticamente enajenadas optan por
un parto natural, sin drogas vaya, arriesgándose al estigma social
cuando se aventuran por el culmen de la herejía con un parto en
casa. Esto ya es el no va más, no sólo es que eligen
voluntariamente sentir el dolor en su totalidad, sino que se
arriesgan a manchar irremediablemente la cama o el sofá y a salpicar
las cortinas
Pues esto en Uk es como de andar por
casa. Especialmente en Londres.
Y por eso, como setas silvestres crecen
en el mapa los llamados Birth Centers o centros de nacimiento. Alli
la parturienta va, digámoslo finamente, con los cojones bien
puestos. Prefiere los mimos de las matronas que los fugaces exámenes
de los médicos, ha optado para que la maquinita y sus bips no la
atosiguen ni alarmen con sus altos y sus bajos, acomodándose en un
entorno más cálido y hogareño que el de las frías paredes de un
hospital y va allí con la firme convicción de que el dolor es parte
del proceso y que como tal no quiere perdérselo. Es por eso que en
el Birth Center ni hay médicos, ni monitores, ni epidural. Todo es
más natural, más bravo, y por qué no decirlo más sano.
Cuestión de estilo, supongo. Yo como
perteneciente al género que no da a luz ya el mero hecho de llevar
un intruso creciendo durante nueve meses y conseguir que salga por el
agujerito me parece un milagro de por sí, una proeza inconcebible.
Seguramente yo me pondría de epidural y lo que hiciera falta hasta
las cejas. Pero que tanto el sistema sanitario como la sociedad no
sólo respeten, sino que apoyen, faciliten y alienten el parto
natural, ya sea en los centros de nacimiento o en el propio hogar,
con todos los beneficios que ello acarrea para la madre y el infante,
me parece una de las más hermosas costumbres con las que me he
topado en esta nueva tierra que me acoge."