Uno va por azúcar, algo de comer, aunque se entretiene en otro vano intento por comprarse ropa, accediendo a una tienda con millones de prendas que se le antojan fantasmas malignos que pretenden engullirle, y vencido de nuevo se sienta a tomarse un café y a fumarse un cigarro en una terraza mientras contempla a cuatro chicas guapas almorzarse sus 347 calorías desgrasadas de manjares naturales embalados en cajitas de cartón y plástico. Y ve un mercadillo y se da una vuelta por los puestos de comida caribeña, zulú, panes y bollitos franceses, aceitunas y churros con chocolate. Al final compra el azúcar, estropajos, agua pa la plancha, un par de pizzas, plátanos, yogures y zumos y cargando con las bolsas, encuentra en el suelo de la calle enigmáticos signos.
Alguien que a escrito la fórmula de los viajes en el tiempo, o la fisión fría, un grafitero que ha abandonado los muros y el antropomorfismo, una disléxica con síndrome premestrual, un perro superdotado con una brocha en las fauces, un mensaje cifrado de la cofradía de los masones templarios adoradores de la rosa y la cruz, alguien aburrido, un testeador de sprays de colores, el secreto nombre de dios, .. quizás y lo más seguro un empleado del ayuntamiento que planea hacer algo en el subsuelo.
Pero da igual, a veces me gusta tropezarme con irracionales. Más si voy cargado de bolsas.
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3 comentarios:
Viva esa imaginación galopante!
Me encantan estas entradas que te sacas de la manga, ¡eres un crack!
Sí, esto es lo tuyo.
Besotes.
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