Aprovechado que Panda Neutrón anda en London.
Me envió esta foto hace tiempo, y a partir de la foto yo empecé a escribir. La cosa se fue de madre y lo que iba a ser algo corto pues se alargó... pero como otras tantas, se quedó sin terminar. Os dejo lo que hubiera sido el primer capitulito de algo que ya lleva tres, pero que ahí se paró.
Y como dicen por aquí ya va siendo hora de get rid of this.
"Nos sentamos a escuchar la voz rasgada del viejo Bob Dylan tocando Mr Tomboury. Eran las últimas pilas que nos quedaban para el viejo radiocassete y como el invierno por fin parecía acabar decidimos que no había mejor manera de celebrarlo que con Bob Dylan y las últimas pilas del mundo.
Quizás decir las últimas pilas del mundo no fuera del todo exacto. Siempre cabía la esperanza de volver a encontrar alguna que otra en una de nuestras expediciones al continente.
Martín oteaba el horizonte, tiritó un poco y podría apostar que estaba en algún garito de Londres o Roma, quizás Madrid, junto a una chica guapa, que acabara de conocer, intentando descifrar sus puntos débiles para llevársela a la cama, tomando un dry martiny y sonriéndome en la distancia, mofándose a lo lejos por lo inútil que era yo para ese tipo de conquistas.
Martín ya no sonríe nunca.
No teníamos relojes, que funcionasen, así que podrían ser las ocho, las ocho y media, algo más tarde, algo más temprano. Pronto tendríamos que tocar diana. Como todos los días éste no sería menos duro, aunque había algo especial que lo convertiría en un reto, el mismo reto de las últimas semanas: hacer que Martín sonriera de nuevo.
La colonia, así la llamábamos, constaba de cuarenta y siete integrantes, aunque en este punto había cierta controversia ya que algunos de nosotros sumaban un tres a la cifra: Rasta y Pica, los dos haaskies que velaban nuestro sueño, y a Rotten, el loro que sólo sabía decir “el fin del mundo” “el fin del mundo” sumando en total cincuenta. Un número demasiado redondo. Se podría decir que Martín y yo éramos los líderes, pero Martín en los últimos meses se había conducido con agria apatía, como si el mismo acto de respirar le costase la propia vida, la desgana y el pesimismo le estaban ganando la partida así que hacerle sonreír no era ningún gesto gratuito, ni siquiera un acto de amistad hacía un compañero de toda la vida, no había nada de altruismo detrás de aquel propósito, lo único bueno de estos tiempos es que todo se simplifica. Necesitábamos a Martín para sobrevivir. Y para que él sobreviviese necesitaba volver a sonreír.
Martín salió de su ensueño, se rascó los ojos y sacó de su abrigo una botella de Jameson. Ironías de la vida, hacía sólo tres meses, justo antes de que comenzase el invierno y las expediciones se tuvieran que detener forzosamente, cuando encontramos un contaniner a la deriva con quinientas treinta y seis cajas de Jameson y doscientas veintinueve de Lucky Strike, así como mil trescientos ochenta y dos mecheros, doscientos DVD pornográficos y un ventilador. Todavía aún todos nos preguntamos que demonios hacía un ventilador en aquel container. Tras el meticuloso inventario de Julia, nuestra intendente, Sacha nos advirtió que procedían de Lituania, él era Lituano y nos tradujo los “fumar puede matar” o “acortar la vida” estampados en las cajetillas. Tampoco importaba ahora mucho eso de que se te acortase, la verdad; y luchar contra ese pensamiento, evitar que cayeran en él, era mi tarea de todos los días; y por qué no admitirlo, el Jameson y el tabaco me habían resultado de mucha ayuda. Básicamente ese era mi trabajo, vigilar los ánimos, y hasta ahora sólo había fallado con uno, mi mejor amigo, el que a las ocho u ocho y media, algo más tarde, algo más temprano, desayunaba un par de tragos de whiski junto a mí, admirando el mar helado, mientras Bob Dylan cantaba Mr Tombury gastando las últimas pilas del mundo.
-Parece que hoy madrugan- le dio otro trago a la botella -Y pensar que yo abobinaba del whisky. Me pregunto si alguna vez probaré de nuevo un dry martiny.
Desde nuestra posición podíamos ver como la actividad parecía comenzar en las cobachas. Vivíamos en la isla de Suomelina, la que perteneciera alguna vez a Finlandia, y aquellos montículos que en alguna guerra sirvieron de refugio militar eran ahora nuestro hogar.
-Pídele a Sacha que te destile algo de vodka, la última vez incluso se podía beber.
Martín levantó la ceja, alzó de nuevo su mirada hacia el mar infinito y le dio un trago largo al Jameson, como si aquel fuera el último trago de su vida. Ultimamente bebía así. Se secó con la manga, sin apartar la vista del mar y dijo lastimosamente:
-Prefiero esta mierda."
PandaNeutrón a friend from Finland but no finnish sent to me this pic long time ago. I started writing immediately after I got it. And the thing was growing up, growing up and growing up and as usual I stopped it. Why? Because I´m a master starting things and don´t finishing them. I´m showing you the first chapter of something it´s not gonna be ending, at least soon. A pity it´s in spanish... but, trust me, you are not loosing anything.
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