Ya se han acabado las Olimpiadas. El próximo año con 366 días habrá otra si el calendario Maya nos permite pasar del 21 de Diciembre de este año.
No se si a ustedes les ha mosqueado ver esa ingente cantidad de sitios vacíos en cada prueba. Ahí que ves a Phelps ganar su veinteava medalla y tienes trescientos asientos libres, Bolt convirtiéndose en leyenda viva tal y como él mismo se autoproclama y divisas centenares de asientos libres, por no hablar de la esgrima, la lucha y así con cada una de las veintitantas disciplinas olímpicas en competición.
Y es que resulta que Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola tienen esos asientos reservados, reservados y gratis. A mi lo que me toca los huevos no es sólo que esos señores que ya de por sí tienen el dinero suficiente para pagarse esas entradas no las paguen, es que teniéndolas no vayan al evento cuando el resto de los mortales han luchado con uñas y dientes para conseguir un boleto que de lo lejos que estás lo que ves es a una hormiga cabezona dando saltos para enterarte después por el marcador que es el mismísimo Uchimura que acaba de hacerse con el oro en gimnasia artísitca.
Mr Adidas, Mr Samsung and Mr Cocacola están en un hotel en las inmediaciones hartándose de gambones y Sauvignon de Nueva Zelanda y al final prefieren verlo en el plasma de 52 pulgadas antes de que mover sus perezosos culos hasta el asiento donde lo verían en directo impidiendo así al resto de los mortales de ver el deporte que adoran, o el deporte que quieren empezar a adorar, o simplemente el deporte por el que estarían dispuestos a pagar una entrada a un precio aceptable. Pero no, esos asientos se quedan ahí libres, sin nadie que los cubra y ni siquiera tienen la precaución o la decencia de ocultarlos en los barridos de las cámara de televisión, ahí quedan sus vergüenzas expuestas y como con casi todo lo escandaloso que ocurre en este mundo: "aquí no pasa nada"
Son las entradas para las corporaciones. El comité olímpico reserva un número X elevadísimo de entradas para sus compromisos, para sus espónsores y colaboradores. Entre estos, los políticos y autoridades, los famosos de relumbrón, las sabandijas de las federaciones, quedan un par de entradas en las esquinas para el resto de los mortales.
Y yo me pregunto, no se les podría decir a esos señores algo como del tipo: oye colega, yo te doy un par de miles de entradas cojonudas, en los mejores sitios, para que cuando veas a Uchimura no veas a una hormiga con cabeza sino a un japonés cabezón, a la postre inmaculado campeón; pero me vas a dar los datos de tu tarjeta de crédito y un mes antes de la competición me confirmas que vas a asistir (porque vale que Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola estén en el hotel de al lado, pero es que habrá muchos ejecutivos que no hayan ni levantado sus nalgas del chalet en Marbella, del velerito en Busán o de su asiento ergonómico en su despacho de Atlanta) y si no me lo confirmas yo como Comité Olímpico soberano pondré esas entradas a la venta. Y si resulta que has confirmado y al final no vienes porque los gambones, el Sauvignon o la camarera tetona brasileña que lo sirve te lo impiden, te cargaré esas entradas en tu tarjeta oro de ricachón cabrón.
Incluso haciendo uso de las tecnologías se podría llegar mucho más lejos y poner automáticamente esas entradas a la venta a un precio rebajado, en taquilla como toda la vida, si -pongamos- a la media hora del comienzo del evento los Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola no han aparecido. Seguro que la organización esgrimiría contra esto problemas logísticos y de seguridad y todo el rollo macabeo... vale, quizás esto ya sería de una eficiencia más allá de toda comprensión humana. Pero lo de antes sería factible y el Olimpismo sería un poco más justo.
Y es que todo está muy mal hecho. David me contó que en la semifinal de fútbol entre México y Japón a la que obviamente asisitó, todo aquellos que les rodeaban les importaba tres pepinos lo que allí se estaba jugando, estaban con los móbiles, hablaban, se cortaban las uñas... todo menos ver el fútbol mientras que cientos y miles de mejicanos y japoneses y aficionados al fútbol en general tendrían que ver el partido en una pequeña pantalla sufriendo los cortes de conexión.
Y yo me pregunto: ¿habiendo viajado a la Luna y siendo capaces de detectar cientos de sustancias ilegales analizando el meado de un deportista a unas horas después de que se haya hecho leyenda viva, creo yo que podríamos organizar un poquito mejor el tema este de las entradas no?
La pena es que si al final se hiciera tengo la impresión que a Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola que se están poniendo púos a beber vino y a apostar a ver con quién se va antes la camarera brasileña, los arañazos que supondrían el cargo de esas entradas a sus tarjetas se las pasarían por el forro con la misma parsimonia con el que ahora no mueven sus culos hasta el asiento que el Comité Olímpico les ha reservado para sus reales posaderas.
Así que todo sería igual. A lo mejor por eso es por que no lo cambian. Total, para que cambiar las cosas, si al final las cosas todas van a seguir igual.
Aunque esto último, no sé yo que no soy un experto, pero creo que encajaría mal con eso que llaman espíritu olímpico. Y ya que están todo el día dando la tabarra con eso del espíritu olímpico, no estaría mal que el propio Comité se lo empezara a aplicar un poco.
Y podrían empezar a hacerlo mostrando algo más de "fair play" con respecto al tema de las entradas.
Porque como dijo Cicerón "humano es errar, pero sólo los idiotas perseveran en el error"