Otro año más, otras Navidades, turrón que nunca acabaremos, mariscos, anís, polvorones, villancicos, las uvas, castigar el hígado, un belén viviente, un caramelazo en la oreja o en la gafas, la lotería que nunca toca, lentejas, empapelar los regalos, comprarlos a última hora -la colonia nunca falla-, cava, champagne o sidra, burbujas vamos; no saber cuando dejar de decir “feliz año nuevo”, esa maldita bola del árbol que siempre anda rodando por lo suelos y que en cuanto la devuelves a su sitio de nuevo se vuelve a caer, quejarte de la cola para entrar a beber un cubata el treinta y uno prometiéndote que nunca más jamás; la tabla por fin vestida con un jamón, evitar una multa por exceso de velocidad esgrimiendo el poderosísimo argumento: “Coño, que es Navidad”, propósitos de año nuevo que ya de antemano los sabemos fracasados, estar una chispa más contento, y rodearte de los que te quieren.
Otro año más, otras Navidades...
Un artículo en Guadaíra Información donde hablo del único sentimiento que uno puede tener cuando no le gustan las Navidades y está lejos de casa y el turrón, para seguir leyendo pincha aquí
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