Django es el título que Tarantino eligió para el protagonista de su última película, nombre que la titula también, y que tomó de un spaghetti western de 1966 protagonizado por Franco Nero. Los dos Djangos tienen tanto que ver como el tocino y la velocidad.
Más allá de las críticas de su colega Spike Lee, parece ser que que Tarantino volverá a arrasar en taquillas. Y me aventuro a pronosticar tamaño éxito basado en la cola que se estaba formando en su estreno en Londres. No eran más allá de las tres de la tarde y por ahí andaba yo de camino a hacer el almuerzo cuando una multitud empezó a desplazarse a través de unas vallas que acababan de abrir en mis narices; de hecho tuve que soportar un par de miradas airadas que unos tipos me lanzaron al conjeturar que mi aire despistado no era más que un canallesco subterfugio para colarme. -"No señores, ese aire de despistado es el mío, marca de la casa, y no tengo yo culpa que un par de armarios empotrados con pinganillos les de por abrir las vayas justo cuando mis huesos cruzan por allí, ni me interesa, ni quiero participar en su cola". Toda esa información fue la que intenté devolverles con mi mirada, aunque me temo que esos dos fans no lo pillaron, alardeando con sus ademanes el hecho de haberme impedido perpetrar mi presunta intención, la de apretujarme con ellos y centenares de los de su calaña, a aguantar el frío, la eventual lluvia, el parsimonioso paso del tiempo, hasta que al señor Tarantino y compañía les dé por dejar los cockteles que saborean en el Palace, ajusten sus pajaritas, retoquen el pelo y hagan el breve paseillo, agitando las manos, firmando autógrafos, sonriendo, para que cuando alcancen el cine salgan raudos por la puerta de atrás a retomar los cockteles que para ellos se volverán a agitar, dejando a los que allí fueron a adularlos a solas con el frío, la eventual lluvia y una efímera sensación de felicidad por el mero hecho de haber compartido algunos metros cuadrados con sus ídolos.
Luego está el lado lúdico del asunto, no digo yo que no sería divertido plantarse ahí con un par de cervezas y ganas de guasa a vociferar "¡Tarantino guapo! o ¡Dicaprio queremos un hijo tuyo!... ah, que Dicaprio no viene, ah, que no te dejan beber cervezas... mala suerte. Nos tendríamos que conformar con el ¡Tarantino guapo! y el cachondeo de berrear la expresión de un absurdo... ya que el talento no se le niega, pero la belleza...
Y esto es lo que más o menos te puedes encontrar de tanto en tanto si cortas camino por Leicester Square con aire despistado ya que casi todos los martes y jueves montan aquí el tinglado para el estreno de una película, así que si no te importa hacer cola a la intemperie y te deleitas con el sádico placer de lanzar miradas criminales con total impunidad a aquellos carajotes que en tu juicio se quieran colar, no lo dudes, esta plaza es tu rincón de Londres. Aprovéchala.
2 comentarios:
Una decepción, no me esperaba un clásico pero sí una película más divertida. Apenas aparecen esos diálogos crujientes marca de la casa, y como siempre, qué pena que sus pelis estén tan vacías. ¿Cuándo encontrará messieur Tarantino algo para lo que tan bien sabe hacer: contar? Un saludo!
Mañana quizás vaya a verla, que libro. Y gracias, siempre es algo curioso tener un comentario de un manipulador de alimentos!!!
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