martes, 26 de marzo de 2013
Un par de reflexiones por un cartel en el metro.
En la estación de Einllel (Angel) el otro día me topé con este cartel justo a la entrada, unos metros antes de tomar las escaleras mecánicas que te conducen al submundo de oscuros túneles que serpentean la geografía londinense.
"Googlea antes de twitear" es el nuevo "Piensa antes de hablar"
Reflexionar sobre lo que se va a decir, mesurar los pros y contras del juicio que se va a emitir, calibrar las consecuencias de lo que se quiere proferir, dotar de una exactitud quirúrgica al mensaje que quieres trasmitir, en definitiva pensar antes de hablar es uno de esos sabios consejos que recibimos desde casi que llevamos pañales. Y que su aprendizaje sea precoz no es óbice para que su ejecución lo sea. Desafortunadamente la mayor de la veces hablamos sin pensar.
Aunque en Twitter muchas veces he comprobado el ingenio superlativo que algunos tienen para insultar a otros y lo divertido de leer ese derroche de talento, lo que más me llama la atención es el grado de verdad que le concedemos a ciertas afirmaciones, ora inexactas, ora demagógicas, ora directamente mentiras alevosas, simplemente por el hecho de ser lanzadas por un famoso o pseudo especialista el determinada materia. Así que googlea antes de twittear obedece aun doble sentido, que sería sano que antes de condensar una opinión o peor aún, una información, en ciento cuarenta caracteres no estaría de más que comprobases, al menos algo, lo que vas a decir y que a la postre no estaría de más tampoco que tras leer ciento cuarenta caracteres ajenos no te los creyeras automáticamente a pies juntillas.
Pero lo que más me llamó la atención del cartel no produjo esta idiota reflexión, sino que va a producir esta otra.
Que importante es hacer que tu trabajo te importe, te guste y que cada día intentes marcar la diferencia. Imagínate a Llon Raunteibol (John Roundtable), con un poco de sobrepeso, pelirrojo y casado con una jamaicana, apuesto a que tiene tres hijos, y resulta que John viene cinco días a la semana a aguantar a londinenses inyectados con la prisa de la ciudad a que se le quejen de no sé, un mal funcionamiento de la oyster por ejemplo; ahí amparado detrás de su cristal sus ocho horitas diarias, con un problema de cervicales y esa reclamación nunca atendida para que le provean con un sillón ergonómico que le ayude a dormir a gusto por la noche sin la necesidad de que su esposa jamaicana le traiga un par de paracetamoles a la cama. Pues John en vez de arruinar su espíritu en la insoportable rutina que todo trabajo se convierte al final, se come el coco desde el desayuno hasta que lo alumbra: "el pensamiento del día". Y sale de su urna de cristal y deja de atender a los vampiros urbanitas ahorra segundos, y armado con un rotulador pone en la pizarra la ocurrencia que haya tenido ese día, compartiéndola.
Gracias Llon Raunteibol (John Roundtable) eres uno de mis jiros (heroes)
martes, 5 de marzo de 2013
Australia
Hace poco la vida me llevó a Australia. Ese país en el que cabe Europa entera y en el que según un libro que leí justo antes de ir, puedes morir de 1001 formas distintas, pudiéndote convertir en la merienda de un cocodrilo, en divertimento de un tiburón tigre o ser simplemente mordido por una redback, una araña con el culo rojo, que si te pica y no hay un hospital muy cerca, pero que muy cerca, casi en la esquina, como que te mueres. Y todavía me quedarían otras 998 formas de morir que relatar.
Se llega tras unas treinta horas de avión, con los pies hinchados y zampándote once horas de tu vida, que cuando vuelvas si acaso recobrarás.
¿Y que tiene Australia que no tenga Alcalá?
Si quieres ya puedes leer en Guadaíra Información un par de apuntes y reflexiones sobre ese gran peazo cacho tierra flotando en los océanos australes. Pincha aquí si te da la gana.
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