domingo, 26 de mayo de 2013

Historias de Londres


“Historias de Londres” es uno de esos libros, de los pocos, que les guardas apega como objeto. Es por eso que su legítimo dueño ha tenido que esbozar un astuto plan para que no me cupiera más vergüenza, para que de una vez por todas venciera mi trasnochado fetichismo y no me fuera posible no devolvérselo. Por eso que me prepongo leérselo a mi hijo.

Entre las crónicas que Enric Gonzalez, como corresponsal, mandaba desde Londres se fueron colando su vida y un creciente enamoramiento por la ciudad que le acogía. Los supo plasmar con un estilo cálido en las que las palabras te envuelven como el calor de la chimenea de una de esas casas victorianas de Holland Park te protegían contra el invierno, en un tiempo de chisteras, chelines, y coches a caballos.

Londres se derrama en la prosa de Gonzalez, y en su prosa Londres rebosa.

Mariano, mi amigo, en las orillas del viaje que íbamos a emprender a la antaño capital de un Imperio, se compró el libro, y ambos lo leímos. Los dados nos colocaron en el West, donde las hordas de inmigrantes polacos establecieron sus destinos, el barrio cuyo nombre había tomado una productora cinematográfica que le había dado perlas a la historia de la comedia más de cincuenta años atrás, “The man in the white suit”, “the ladykillers” “The Golden cage” pueden alegraros cualquier tarde de domingo... aquello era Ealing y la calle Lothair.

Varias mudanzas, aventuras, chaparrones, y muchas tazas de Earl Grey después, Mariano se marchó de Hammersmith, de la casa del 10 de Mylne Close, con sus cajas, su maleta, y sin su libro. Enric González y sus historias se quedaron atrás, conmigo.

En la vida siempre hay días de inventarios, en los que pasas lista, y te das cuenta de lo que te falta, de lo que ya perdiste y de lo que puedes recuperar. Mariano pensó que “Historias de Londres” era recuperable y en ese empeño se puso desde el primer minuto. Yo le di largas, excusas, bostezaba y cambiaba de tema, hacía como que no oía, le invitaba a una cerveza, miraba a la calle a la chica que pasaba en bicicleta con el rostro de Ophelia de Millais, incluso intenté sembrar la duda del título de propietario y casi que me creí yo mismo mis ficciones. Pero no, fue el quién pago, en la Casa del Libro de la calle Velazquez, Sevilla, cinco años atrás, ¿o fue en la Fnac? No lo recuerdo, pero él lo pago, esa es la verdad.

Resolví no devolvérselo. Lo reconozco. Así sin más. Hasta con cierto punto de chulería, la chulería que te da saber que no tienes la razón. Pero si era cierto que él había sido quién había desembolsado los dieciséis euros que en la contraportada, arriba del código de barras, se mostraban como precio; no era menos verdad que había sido yo quién lo había mantenido a buen recaudo en los últimos tres años. Y peor aún, yo jamás me lo hubiera dejado atrás olvidado. Lo sentía tan mío como él suyo. Y sé que él lo sabía. Si yo tengo mis manías con mis libros Mariano está preso de su propio catálogo de rarezas con los suyos, nadie mejor que él para entenderme.

Ese libro se iba a quedar conmigo...

...pero el muy cabrón dio con la manera. Viejo zorro.



Abrí el sobre y allí lo tenía entre mis manos. Otra edición, otro libro, las mismas historias. Si hubiera tenido entonces una de esas chisteras, habría cogido un puñado de chelines, tomado un coche de caballos, llegado hasta su puerta y me habría “quitado el sombrero”. Ya no son esos tiempos. Así que ya sin excusas, embrujado por su audacia, simplemente se lo dejé el otro día en su casa, encima del brazo del sofá de piel negro, mientras me bebía uno de sus gazpachos.

Y ahora se lo voy a leer a mi hijo, al que está creciendo ahí dentro en la barriga de su madre. Obedece a un doble motivo. Les tengo tanto aprecio a las historias de Enric que no puedo evitar hacer de su libro un objeto importante, algo que no me quiero olvidar cuando mueva maletas, o que me de igual si extravío, se quema o roban. Así que cada noche pasaré un par de páginas de este ejemplar que Mariano me ha regalado para recuperar el suyo, le leeré en voz alta, porque parece ser que el bebé escucha, que le relaja; para que Lobo, que es como ahora le llamo, se vaya enterando gracias a las entrañables anécdotas, a los efímeros instantes de vida cotidiana, a las pequeñas historias tejidas en los márgenes de la Historia con mayúsculas que Enric supo plasmar magistralmente en sus letras, de lo jodidamente importante que fue esta ciudad en la vida de su padre.

Yo amo Londres. Y si todo sale bien mi hijo nacerá Londinense.  


miércoles, 22 de mayo de 2013

Cambiar el carnet de conducir en Londres.



Conducir es ser, la publicidad se ha encargado de ello. Si no conduces "no eres". Y teniendo en cuenta que considero una absoluta ridiculez el coche y que si fuera el dictador del Universo promovería un transporte público eficaz que iría desde el uso de los medios convencionales de transporte a qué se yo, un sistema de préstamo de vehículo según las necesidades, es cierto que tener el carnet es un bien si no imprescindible, al menos necesario en este mundo ridículo que nos ha tocado vivir.

Esto que digo de los coches no es capricho, no es como cuando ves un cuadro en un museo que no te gusta y dices vaya birria, o tú colega te da un codazo y te dice mira la de ahí de la esquina, la guapa, la que bebe el cubata con una pajita y tu pa tus adentros dices, joder que fea la ostia!!! No, porque gustos hay colores y esto que digo de que los coches mejor prohibirlos no es una cuestión baladí. La tierra y sus recursos nos están gritando "coches fuera coño" y nosotros respondemos aumentando la cadencia de producción. Así es de listo somos los que estamos en la cúspide de la pirámide de los monos. 

Pues a to esto resulta que en Reino Unido no puedes conducir más de doce meses con el carnet español. Qué mecanismos tienen para pillarte si lo infringes no me preguntéis que ni idea, conozco a uno que alquila un coche a cada poco con el español y lleva aquí como cinco años, así que no deben ser muy efectivos cazándote con las manos en la masa. Yo, en cambio, por fin he decidido cambiarlo por el de la patria en la que me estoy buscando las castañas. Tras una consulta breve por internet y observar que todo era una telaraña de indicaciones contradictorias, decidí escribir este post para ofrecer una información contrastada basada en mi singular experiencia y de paso meterme un poco con la industria automovilística, misión que acabo de cumplir. 

Si os preguntáis que ventajas o inconvenientes tiene cambiar el carnet al británico, utilizad el sentido común y contestarse ustedes mismos (basándose mayormente en la predicción de vuestra estancia)

A) Renovar/cambiar el carnet de conducir a través del post office. 

Te vas a este link, sigues los pasos que hasta un mono que está en el fondo de la pirámide de los monos podría rellenar sin problemas, y al final le clickeas para que te manden los formularios. Tarda unos tres/cuatro días laborales. 

Cuando te llega la carta la abres. Encontrarás un formulario verde y un folleto explicativo. Puedes leerte el folleto. Te lo recomiendo. Hazlo. 

Rellenas el formulario, ya sabes, dirección, nombre, juras que no asesinaste a Kennedy y prometes que no tienes ninguna enfermedad tipo diabetes, tensión alta y todas esas cosas que podrían afectar a tus habilidades como conductor además de asegurar que eres capaz de distinguir una matrícula a veinte metros -si no, vete al oculista- terminas, repasas y estampas tu firma. No es necesario examen médico. Si eres diabético y estás leyendo esto, lo siento, no sé que ocurre cuando marcas que padeces alguna de esas enfermedades ni que ulteriores pasos hay que seguir. 

Reúnes la documentación (tu carnet de conducir español más el pasaporte o el DNI) y la foto. Intenta no salir muy feo en la foto, que luego le invitas a unas copas a la que estaba bebiendo un cubata con pajita y le enseñas el carnet y tu careto feo y se ríe de ti y es ella entonces la que piensa "joder que feo la ostia"!!! y esa noche no ziscas. Tardan en traerte el nuevo con una foto bonita o foto fea, da igual, tres semanas 

En el folleto y en el formulario te indican dónde tienes que mandar la carta, es mejor que la franquees por correo, pero allá tú, eres libre, pero recuerda, tienes que enviar tu PASAPORTE o DNI. 

Dos consideraciones

Sí, se puede cambiar el carnet a pesar de que el tuyo español esté caducado. 

Y sí, no lo pienses más, no sigas repitiéndote lo ridículo que es, si si y sí, tienes que enviar tu pasaporte o DNI por correo. 

B) Renovar/cambiar el carnet de conducir en persona. 

Te vas a Wimbledon, evita que sea en la fecha del tenis, que aquello se pone muy concurrido. Para ser más preciso te tiras para aquí. 

Connect House
133 to 137 Alexandra Road Wimbledon SW19 7JY

Abierto de nueve a cinco, más o menos. Está un paso de la estación, ojo que el google maps de los cojones miente como un bellaco y te manda más lejos. Na más salir tomas mano derecha, tuerces a la derecha en la primera calle por la que pasen coches y zás, ahí lo tienes, un edificio cuadradete de ladrillos rojos. Dos minutos doce segundos tardas en toparte con él. 

Subes a la segunda planta y entras en una sala igualita a la que sale ahí en la foto. De hecho es la misma sala. Pero antes de entrar coge número en el cacharro que está justo antes de cruzar la puerta. Agarras el formulario verde que encuentras por doquier, hay bolis disponibles pero mejor llévate el tuyo, qué es un hombre sin su bolígrafo. Rellénalo. Si tienes alguna duda hay un empleado/a por ahí dando vueltas para depurarlas, ojo que no lleva un gorro rosa ni un chaleco florescente, es algo difícil de identificar, pero está por ahí, con una carpeta, normalmente de pie, hablando con otros solicitantes, no es un mito, yo hablé con ella. 

Cuando te toca el número, vas a la ventanilla, el empleado verifica que no hayas metido la pata cumplimentando el formulario y te pide el carnet antiguo, la foto y la identificación. Cagada, ¿a que te has olvidado? 

Te lo repito again: FOTO + CARNET DE CONDUCIR ESPAÑOL + IDENTIFICACIÓN (pasaporte o Dni) igualito que en la forma por correo. 

Como te lo he repetido tantas veces que no se te ha olvidado, se los entregas y el tipo te manda pasar a otra ventanilla. La ventanilla donde pagas. 

En esa segunda ventanilla le das al segundo tipo la tasa que son cincuenta libras; en metálico o con tarjeta. Ojo, que si lees esto muy alejado en el tiempo a la fecha en la que se publicó, da por hecho que será más caro. 

Y aquí viene el momento por el cuál yo me decidí a ir en persona en vez de tramitarlo por correos. 

Por cuatro libras más, si tu Pasaporte es digital, te comprueban la identidad allí mismo y no tienes por qué dejar tu pobre pasaporte en sus manos. No tengo ni idea si sirve lo mismo con el DNI, no lo pregunté, pero me da la espina que no, cualquiera que haya cruzado la frontera usando el DNI se habrá hecho ya una idea de lo poco que les gusta a los británicos este tipo de identificación, demasiado europea. 

Después de una media hora, minutos arriba o minutos arriba, das las gracias y te las piras, tú y tu bolígrafo. 

Cuando sales a la calle que te lleva de vuelta al metro, sigue un poco más a la derecha hasta el pub "The Alexandra", merece tomarse allí una cerveza y a empezar la espera, a buscar a un tipa en un esquina bebiendo un cubata con una pajita.

No le enseñes ningún carnet, estás mas feo en todos ellos.

Y defiende siempre el transporte público.

lunes, 20 de mayo de 2013

Cuidado con el hueco


Hace no mucho tuve una de esas epifanías que espolean a tu conocimiento vital para que avance, una lección de humildad en toda regla. Fue al bajar de un metro y casi una desgracia me hizo consciente de lo estúpido que había sido durante los últimos cuatro años y medio riéndome de los ingleses y su insufrible tendencia a ponerse la tirita antes de la herida...

Ultimo artículo en Guadaíra Información, donde vengo a utilizar el tan famoso slogan "mind the gap" para de paso decirles a los políticos de mi pueblo que se pongan las pilas ya de una puta vez (extensible a todos los políticos). Si quieres leerlo, pincha aquí

miércoles, 8 de mayo de 2013

Comida española en Londres: Camino



A veces uno no puede regatear las coincidencias que la vida le lanza a la cara. Yo estuve a punto, pero al final acepté la invitación de ir a conocer “Camino” y escuchar de primera mano, de la mano de su dueño, un inglés enamorado de la península, su apuesta por que los estirados de nariz respingona hijo de las islas sepan que más allá del tópico del sol y playa, en la piel de toro se esconden muchos otros tesoros, algunos tan chispeantes como el cava.

Pero vayamos por partes.

Si mi Casio amarillo tuviera el poder de hacer retroceder el tiempo y, semana arriba, semana abajo, nos fuéramos cuatro años y seis meses atrás, veríamos a un par de alcalareños recién aterrizados compartiendo habitación en un hostal de King Cross. Ya os podéis imaginar: ansiedad, un inglés que cualquier loro de abuelita inglesa de té a las cinco podría superar y un hambre insaciable por comerse la ciudad palmo a palmo. Esos éramos nosotros mientras explorábamos Londres y sus rincones, buscando piso, trabajo, amigos, una nueva vida en definitiva. Y en una de esas incursiones por territorio desconocido nos topamos con un oasis familiar. “La Cruz del Rey”, un gigante bar/cafetería/restaurante del que casi salimos huyendo, no porque el lugar en cuestión fuera espantoso sino por el hecho de que representaba aquello de lo que habíamos salido corriendo: España.

Luego de alguna vez que otra Mariano y yo, esos dos alcalareños, recordábamos con cierta nostalgia, sobretodo cuando estábamos por los alrededores que “La cruz del Rey” fue uno de los primeros bares donde caímos por Londres y que vaya tino tuvimos.

Con el tiempo, cuando resulta que al final te ha reinventado a ti mismo en un país extranjero, y que ya hablas un poco mejor que el loro de la abuela del te a las cinco, sólo un poco mejor, y ya estás echo al Earl Grey y que incluso le encuentras su salero al marmite, ya no sales huyendo de esos oasis con los que te topas, sino que lo buscas de tanto en tanto, aunque sea por recuperar por una noche un poco del sabor de la tierra.

Porque España, con sus contradicciones, sus problemas, sus guerras fatricidas interminables, es un país acojonante. Y Richard, Ricardo, lo sabe.

Ricardo, que no os lo he presentado, es el tipo que nos atiborró una noche a un puñado de bloggers españoles afincados en Londres a gambas al ajillo, croquetas, jamón de guijuelo, arroz negro, chorizo con pimientos del piquillo y otros tanto que ya ni recuerdo porque a todo esto el tipo no hacía otra cosa que descorchar vinos; en aquel mismo bar que años atrás Mariano y yo habíamos huido.

Fueron casi cuatro horas, a la española, ya me entendéis, comiendo, bebiendo, riendo, hablando, y comiendo y riendo y hablando, y bebiendo y bebiendo... y bebiendo.

Y en eso que Richard nos presentó su nuevo reto, convencer a sus compatriotas y ya de paso al que se deje caer que el Cava se llama Cava porque no se puede llamar Champagne, pero que al final es un vino con burbujas tan bueno como su vecino francés. El garito se llamará “San Pablo” y cómo no estará en los alrededores de “St. Paul´s” y lo abre de ya a poco.

Las gambas no son las de Huelva, las croquetas no son iguales a las que hace tu madre, pero consigue que te sientas en casa, así que si un día te pierde la nostalgia, o quieres impresionar a tu novia de Taiwán, o deleitar a los amiguetes polacos del curro, y que prueben un trocito del alma de tu tierra llévales a alguno de los lugares que “Camino” ha plantado en Londres.

Es una apuesta tan segura como la que Ricardo hizo algunos años atrás, cuando conduciendo un mini por la península se le ocurrió la idea de introducir la gastronomía española en Inglaterra.

lunes, 6 de mayo de 2013

Camino de Liverpool Street Station.



En esa foto a alguno lo conozco desde hace veinticinco años, amigos de cuando las canicas y con ellos fui descubriendo que esto de la vida. Al Juan, al primero de la foto, le faltó perderse en una tienda de discos. Al David, escondido tras la cabeza del Juan, le faltó salir en la foto, al Negro confundido creyó que estaba en el lejano oriente, al Nacho le faltó un poco de turismo del bueno, a la Ángela una velada en un gastropub, a mi primo un partido de fútbol en Stamford Brigde, al Piña, ese al que abrazo, dormir en un hotel menos siniestro.

Fue muy poco tiempo pero creo que se lo pasaron bien.

Son mis amigos, de cuando las canicas, y a mi lo que me faltan son ellos.

Granujas, gracias por venir.

It was a very good taste of Alcalá.

Hay que repetirlo, pero yo no me caso de nuevo.

Ahí los tenéis, diciendo que piensan de Londres en el camino a Liverpool Street Station