Es un título grandilocuente éste.
Que la desfachatez, la mezquindad, la falta de respeto, la ausencia de civismo y la estulticia es lo que nos convierte en un país estéril y sin esperanzas.
Pero lo que de verdad nos está hundiendo es el silencio, el mutismo, el mirar hacia otro lado, la estrategia de evitar el problema en vez de encararlo, y sobretodo un ejercicio titánico de autocrítica y de perdón.
Quizás este del coche azul tenía una coartada, me puedo imaginar media docena de ellas para justificar plausiblemente un aparcamiento así, perezoso, a la primera, con prisas y urgencia. La hipótesis de la excepción... pero cuando es medio parking el que alberga coches aparcados así a la ligera, la hipótesis de la excepción se convierte en la constatación de la podredumbre.
Porque quizás mañana yo diga, que carajo, me voy a comer la cabeza para meter mi carro entre las líneas, si nadie lo hace, no voy a ser yo el único tonto que gaste goma. Ese día estaré vencido, y habré entrado en el lado oscuro de la fuerza.
Siempre he estado preocupado por evitar que ese lado oscuro me atrapase. Pero es que eso ya no es suficiente. No lo es.
Ahora hay que enfrentarlo.
Hay que decir basta. Pero dejemos ya de mirar a los políticos, al Rajoy, al Zapatero y a la madre que los parió. Mirémonos al espejo y preguntemos al reflejo quiénes somos y cual es el puto motivo de nuestra existencia.
Es hora de ponerle la cara colorada a nuestros vecinos... empezando por nosotros mismos. Porque si no comenzamos ya a hacerlo esto se va a acabar convirtiendo en un asqueroso "sálvese quién pueda" y el monstruo del Leviatán se cernirá sobre nuestras cabezas.
Yo voy a preparar unos papelitos... media docena, para dejárselos en el limpiaparabrisas, con algo escrito:
¿Se ha preguntado alguna vez usted que gana con su falta de civismo?