El otro día hice una encuesta en el trabajo.
La pregunta era ¿Si conocían a Lou Reed y o a Beyoncé?
Entre un colombiano, 3 lituanos, 4 polacos, 1 boliviano, 1 italiano, 2 taiwaneses, 1 checo, una venezolana, una marroquí, una brasileña y un español, estos fueron los resultados:
8 no conocían a Lou Reed pero sí a Beyoncé.
0 conocían a Lou Reed pero no a Beyoncé.
7 les conocían a ambos.
2 no conocían a ninguno.
No sé realmente a que obedeció esta encuesta, me levanté así por la mañana. Cada uno que saque sus conclusiones, la mía: es una pena que sólo siete personas conozcan al autor de "walking on the wild side"
Y como amante de Lou Reed, eso mismo me dispongo a hacer, caminar por el lado salvaje, al compartir mi particular reflexión sobre la jornada electoral que acabamos de padecer.
Lo primero y justo, corresponde poner las cartas sobre la mesa.
He votado a Podemos.
Antes de que a alguien le salten los resortes de Venezuela, Cuba, y los cuatro jinetes del apocalipsis, la ruptura de España y to la pesca, le invito a entender mis razones.
He sido votante en blanco desde que tengo uso del derecho de votar. No me identificaba con ningún partido, y ya indiqué en las últimas Europeas mis razones para el cambio. En definitiva encontré un partido, Equo, que por fin definía mis inquietudes y en el que me sentía -de manera diáfana- representado. Equo es un partido ecologista.
Y Equo ha confluído con Podemos.
Además de esa razón poderosa, hay otras de menor intensidad. Los de Podemos son gente de mi generación, es un partido nuevo, fresco, que junto a Ciudadanos -que también me tentó, lo que pasa que para mi gusto, ha derivado hacia un liberalismo demasiado capitalista y estoy convencido que el capitalismo hay que superarlo- venían a dinamitar el status quo y eso que hemos bautizado como la dictadura del bipartidismo, el cambio de cromos y de esas estructuras que en vez de estar al servicio de lo público, estaban diseñadas para su sangría y provecho personal.
Lo primero que me llama la atención es la inundación de opiniones catastrofistas -lo mismo que ocurrió en los comicios de Andalucía- de los votantes de Podemos, IU e incluso de alguno de Ciudadanos: que si vaya tela, que no hay cambio, que al final ganan los de siempre, que son todos unos idiotas, que no vuelvo a España, que me voy de ella; en definitiva, un sinfín de lamentos improductivos a golpe de tuit.
En la península somos muy dados al dramatismo y al airear la mierda a la mínima ocasión. Vamos, que se nos va la fuerza por la boca.
El bipartidismo ha quebrado, se le han restado la mitad de los apoyos y eso es un espectacular avance si tenemos en cuenta que todo el tinglado empezó hace apenas dos años.
Ahora tenemos un parlamento fraccionado y una ocasión formidable para aprender. Los políticos y nosotros.
Los políticos para entenderse, para caerse del burro y aprender que la política no es una juego de decretazos, sino de negociaciones y consensos. Y nosotros aprender que no podemos permitirnos el lujo de dejarles a la deriva, el poder es tentador y sus mieles irresistibles. Quizás aprendamos de una vez por todas que la democracia no consiste en ir cada cierto tiempo a perder cinco minutos depositando una papeleta para luego dirigirse raudos a la cafetería más cercana a tomarse unos churros; o a quejarse amargamente en la barra de un bar mientras se arregla el mundo.
Ojalá, de paso, también todos aprendamos un poquito de humildad.
Si es cierto que me sorprende un poco el aún poderoso apoyo que ha respaldado la gestión del Partido Popular y que no se haya producido del todo ese trasvase de votantes a Ciudadanos. Espero que el tropezón les haga sentirse menos seguros y altivos y que empiecen a tomarse en serio la corrupción que les recome las entrañas y tengan la valentía de jubilar a Rajoy. Tomen nota, señores del PP, que su nicho de votantes se encuentra fundamentalmente en los mayores de sesenta y cinco años, y ellos ya no tienen el tiempo en sus manos.
Fuera cual fuese el reparto de votos, yo seguiré diciendo lo mismo: no me fío de ustedes, políticos; sean el partido que sean y creo que ese es mi deber como ciudadano.
El mundo se enfrenta a muchos desafíos, es la hora de la honestidad y tengo la esperanza de que todos sepamos estar a la altura.
La foto que encabeza el post pertenece a la iglesia donde voy con mi chiquillo los miércoles, allí juega con otros chiquillos, patadas, gritos, llantos y carcajadas... esa es la música que se escucha cada semana allí.
Ojalá un buen puñado de ellos sepan, el día de mañana, quién fue Lou Reed. A mi me toca seguir haciendo encuestas estúpidas en el trabajo y esforzarme para legarles un futuro digno.
Eso es siempre lo que nos jugamos.
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