jueves, 6 de junio de 2013

Teletransportándonse.




Estás ahí dando vueltas porque has quedado con el Duncan a tomar unas pintas, en el White Horses, cómo no, dónde os reuníais con Anibal también, siempre cuando andaban por Londres y de repente en un escaparate de una especie de tienda de yogures y snacks taiwaneses llamada Madd o algo por el estilo ves este rinconcito que te teletransporta a aquel día que te lo tiraste entero jugando al Alex Kid II en la Master System que los reyes dejaron en el calcetín o al reto con el que tu viejo te incentivó para que sacaras todo notables en el primer trimestre de primero de B.U.P para que de nuevo los reyes te dejaran una consola en el calcetín; la Mega Drive II con el Street Fighter de propina y como te tiraste esas navidades dando patadas con Ryu, Blanca, Vega y Guile; fueron dos o tres segundos de esos que te pillan por sorpresa y donde los recuerdos se pelean entre sí para a ver cuál te noquea primero.

Sonreí y me dije que el que puso ahí esas cajas de cartones, esos mandos, los cartuchos y decoró ese rincón de tal manera podría ser mi amigo del alma. Y se lo pagaré tomando un yogurt de esos raros taiwaneses cuando toque, porque aquel día no tocaba, aquel día tocaban algunas Samuel Smith, las cervezas del White Horses y estar con el amigo Duncan.

Y ahí que me fui, a sabiendas que algún día en un futuro lejano, me toparé con una grifo de Alpine o en algún lado se vean conjugadas las palabras "White" y "Horses" y me teletransportaré al día que quedando con el Duncan me teletransporté al día que jugaba al Alex Kid.

Y en esa cadena de teletransportaciones es donde uno encuentra el sentido.

Que la vida es una amasijo de pegatinas que le hacen a uno sonreír.

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