Hace poco los avatares de la vida me han llevado a pasar unos días en un pueblo de la costa sudoeste inglesa, entre Dorset y Devon. En la que se llama la “Costa Jurásica”, mucho antes de que Spielberg pusiera de moda el término con su recreación de un plausible parque temático con dinosaurios correteando a sus anchas.
Yo creía que la razón de llamarlo Costa Jurásica era otra excelente muestra del fino sentido de la ironía inglesa. Porque dando un paseo por la playa, por las calles, entrando en las tiendas y pubs, cenando en un par de restaurantes y sobretodo hospedado en el hotel, descubrí para mi asombro que allí el más joven era cuarenta años mayor que yo. Obviamente estaba en lugar de retiro y por unos segundos pensé que lo de llamarlo costa Jurásica no era sino la manera eufemística de designar a estos pueblos que venían a cobijar los otoños de sus compatriotas.
Nada más lejos de la realidad.
Así empieza el último artículo publicado en Guadaíra Infornación, y es un alegato, porque yo quiero llegar a viejo y que me de para pipas. Si te intriga pulsa aquí
1 comentario:
me ha encantado el artículo
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