lunes, 30 de septiembre de 2013

La estrategia de las lentejas con chorizo.




El otro día me senté a discutir con dos de mi cocina. Un lituano y un polaco. Ultimamente los notas no hacen sino comida pa perros cuando toca cocinar para todos. Ponen ahí unas alitas de pollo en el horno sin condimentar, arroz blanco del que se sirve en el restaurante y patatas fritas congelas. Yo les vine a decir, que bueno, que yo almuerzo sólo dos días pero que debían ponerle un poquito más de sabor a la cosa. Que una mañana que te pille el toro se entiende, pero que por norma cada día sea siempre lo mismo y de la misma manera, pues que era un poco como aburrido y no muy saludable;    
especialmente porque los que no trabajan en la cocina no disfrutan de la "ley del pollo", ley que dicta que el que cocina pica y claro al picar pues a uno, que se sacia a picotazos, le importa poco lo que luego se coma o a qué hora.

Abri la caja de Pandora.

La lista de quejas iban desde que tienen las manos atadas porque la empresa no les da dinero para gastar lo que ellos querrían en el staff food (o la comida para los currantes) a que nadie les echa una mano pero que todo el mundo les exige o que a ver cuando alguien del FOH (es decir, Front of House, es decir, los camareros) se pone el delantal y cocina algo y no ese siempre quejarse de lo mala o a deshora que es la comida, y multiples ecéteras.

A así nos enzarzamos en un envite que duró su media hora.

Yo descubrí dos cosas. Una es que no conocían el ajo, esa cosa tan barata y que tanto sabor da. Porque entenderme, en mi restaurante, lo que curran en la cocina son todo menos cocineros. Lo nuestro es más una especie de cadena de montaje, pero en vez de salir un Toyota Cheyenne sale platos de sushi y pollo al teriyaki.

Dos, que tenían cierta parte de razón en que nosotros los camareros y FOH en general exigíamos mucho en ese tema cuando nunca nos habíamos puesto detrás de los fogones.

Llegamos a un acuerdo. Yo me ofrecía a cuando las horas de mis turnos me lo permitieran a echarles un cable si ellos se comprometían a dedicarle más de un minuto a preparar la comida el resto de los días, con el fin no sólo de que resultase más sabrosa sino más saludable.

Y luego yo mismo me hice un compromiso tipo experimento conmigo mismo. Uno de los días no sólo les iba a ayudar sino que iba a cocinar yo la comida. El interés detrás es ver cuanto tarda alguno de mis compañeros, italianos, franceses, portugueses, checoslovacos, brasileños, etc, en picarse y cocinar ellos alguno de sus platos típicos. Ahí estoy dándoles la murga cada vez que cocino, que la cocina española es la mejó, que los italianos sólo saben hacer espaguetis con tomate, o que los portugueses si les sacas del piri piri están perdidos etc, etc.

Porque aunque a nosotros la hora o la media hora o la hora y cuarto que nos pongamos detrás del fuego la empresa no nos lo pague, si que pienso que es una deferencia con nuestros compañeros de la cocina que al menos una vez a la semana seamos nosotros quién cocinemos. Y que se quede ese día como un día especial.

Eso es lo que estoy intentando instaurar calladamente, pringando cada viernes, en las dos horas de mi descanso. Llevo un gazpacho, un arroz frito, un arroz con atún y el último viernes hice hamburguesas con ajo, albahaca, vino tinto, huevo, sal y pimienta claro.

Y ahí estaré los viernes, hasta que me jarte o hasta que algún cabrón me tome la alternativa, con esta estrategia de las lentejas con chorizo. Bautizada así porque ha sido el plato más exitoso hasta el momento. Me tomaron tres horas, porque ese día todo el mundo se quedó a comer y tuve que hacer pa muchos.

Y ahí veis el resultado.




Porque el comer bien le gusta a todo el mundo. 

Ya veremos si resulta, por ahora la comida del día a día está más buena. Ahora suele llevar ajo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Sobre las edades.



Ahí rulando en el Sevilla mía, un pellizco del sur en pleno Totteham Court Road, se me ocurrió la siguiente divagación en la despedida del Pablete.


 A los veinte años preguntamos qué hiciste ayer.
    A los treinta qué vas a hacer en el futuro. 
       A los cuarenta si tienes algún rato libre el domingo.
          A los cincuenta abusamos del "¿te acuerdas hace treinta años...
             Y a los sesenta del "¡uy! eso en mis tiempos..."
                 A los setenta la cosa es que no te haya entrado nada chungo. 
                    Y a los ochenta ¡Joder me estoy quedando sin amigos!
                        A los noventa a ver cuándo toca que me cambien el pañal...

                            ...En los cien te ponen una tarta con un montón de velas. 


Si aguantas más es que tienes demasiados cojones.

Antes de los veinte lo que preguntes no tiene mucha importancia, no eres dueño de ti mismo. 

Y en el proceso el truco está en disfrutar todos los momentos. That´s all.



Un abrazo Pablo, sopla mucho!!!

domingo, 22 de septiembre de 2013

Déjate de caprichos y sé feliz cojones!!!




Este post se lo dedico a mi amigo Manué, el sevillano raro, no sólo porque fuera él quién me inoculó la idea de venir a Londres y por lo tanto causa eficiente aristotélica del nacimiento de este blog por ejemplo, sino porque además me retwitea y por si no fuera poco es que también es un tipo que le planta cada día cara, con uñas, dientes y flotador al capricho y sus mareas. 

Hoy dando una clase de español a principiantes que querían curiosear en la lengua de Cervantes, supongo que para ver si era factible aprenderla, me salió la vena esparraguera filosófica.

Y siendo lo más honestos que he podido con ellos les he dicho que en mi opinión la clave para aprender un idioma exitosamente consiste en diferenciar entre motivación y capricho.

Una tabarra, vaya. Y me explico. Pónganse el cinto que es larguito.

Para aprender un idioma sólo se necesita una cosa: motivación. Y el peor enemigo de la motivación es el capricho. Lo que por aquí llaman Cravings. Lo que mi mujer preñada de siete meses padece de tanto en tanto.

(Un alto en el camino para dejar aquí escrito y que no se lo lleve el viento: la rubia se está portando, no me pide una cazuela de cabrillas a las tres de la mañana o unos calamares a la romana un domingo a la hora del té. Lo suyo es de lo más mundano, se contenta con un perrito caliente y chocolate. "That´s my girl")

Por eso, yo desaconsejo lanzarse a estudiar un idioma en Enero o en Septiembre, porque en esos malditos meses gracias al sistema estúpido capitalista en el que vivimos, el capricho se disfraza de motivación, el deseo se enmascara como si fuera tenacidad y tanto lo primero como lo segundo son tan efímeros como un cigarro después de un buen polvo.

Bueno, que lo que decía, que la motivación es lo que marca la diferencia, porque la motivación es muy democrática, su grado, hondura y durabilidad es casi que elegible por todo el mundo.

Me explico aplicándolo al aprendizaje de una lengua (sobretodo si no vives en el país donde ésta se habla, que hace que la cosa se complique un poco; que es el caso de mis estudiantes).

Uno puede tener mayores o menores recursos. No es lo mismo los recursos de los que disponía Guardiola para aprender alemán en su retiro de New York, pagando a una profe particular de alta cualificación cuatro horas cada día, que los recursos que puede tener un mindundi como nosotros que si es solvente para pagarse un par de libros de gramática ya es para tirar cohetes. Luego está eso del ADN, ese ácido ribo-no-sé-qué que a uno les da mucho y a otros les quita tanto... así hablamos de la capacidad atlética, de la habilidad para encestar bolas de orillo en papeleras en la oficina en el fino arte de perder el tiempo, la cualidad de cortar los setos del jardín del suegro en línea recta, el ritmo para bailar la samba, el pelo en la cabeza, y por supuesto ese "el tamaño nunca importa" con el que las mujeres siempre nos consuelan... vaya, lo que todos sabemos, que hay unos que están más dotados que otros para los idiomas y desgraciadamente para las dimensiones.

Pero en lo que si yo quiero adelanto a Guardiola y al tipo que más rápido aprende idiomas en el mundo, que seguro que es chino (ojo que no es un comentario xenófobo, simplemente estadístico) es en las ganas que tenga de aprender el idioma.

Les puedo vencer en motivación, porque en realidad la motivación es una carrera contra uno mismo.

Con motivación un tipo de 43 años acaba de ganar la Vuelta España (estará la sospecha que si ayudado con drogas, pero ya se podía poner el tipo hasta las cejas de lo que quisiera, aún así es una hazaña... lamentablemente las drogas suelen ser contraproducentes para incrustarte palabras en el cerebro y que allí se queden). Lo que decía, el tal C.Horner para realizar tal proeza necesitó, así en números, 21 días para recorrer más de 3300 km a unos 40 km/h de media con 15 puertos de montaña y el colofón de coronar el Angliru -el Angliru es una tortura, literalmente una tortura- y necesitó esas matemáticas para ganar, tanto como una dosis de motivación titánica.

Con una motivación mucho más diminuta, así como de andar por casa, uno puede aprender hasta mandarín, y sin ser chino.

Ahí está el secreto y eso es lo que les he intentado inculcar a los novatos que se han dejado engañar hoy: que la única manera de pasar por el fascinante calvario que significa aprender un idioma y devolverle a nuestro cerebro la capacidad espongeidizadora (si esa palabra existe) es a través de alimentar la motivación; en darle caña, echarle leña, gasolina y no tener miedo a que engorde.

Pero nunca en Enero o en Septiembre... ojo que os podéis estar engañando.

Porque esos meses son los del cambio de ciclo... año y colegio -que se quedó en nuestro subconsciente- y el capitalismo nos arrasa con zapatillas para correr y quitarnos esos kilos de más, o nos tima con esa casa de muñecas que siempre quisimos construir, o ese curso de punto y cruz, o ese avión de combate en miniatura en tres mil fascículos que si conocéis a alguien que lo terminó tendréis vuestro puesto asegurado en la posteridad de los records guiness. El capitalismo, por supuesto menudo es él, no se iba a quedar atrás en lo que respecta al aprendizaje de otro idioma, saber expresarse en otra lengua mola, así que ahí te dan caña con eso de habla inglés con 999 palabras más una o la "Rosetta stone" esa que tanto ahora está de moda -cada año hay una nueva moda de lo mismo disfrazada de primica- el programa que empieza como piedra y acaba en anómalo guijarro porque a las dos semanas la peña ya ha abandonado.

Y tiran la toalla -sin sudor que analizar en un control antidoping- porque no se gastaron los 300 pavos que cuesta la piedrecita de los cojones, ni que fuera un rubí,  porque estuvieran motivados sino porque estaban bajo la influencia del capricho: la peor droga del capitalismo, la única que de verdad debería estar ilegalizada.

Los caprichos nos llevan de la mano hacia la infelicidad porque nos van distrayendo en el camino con sus regalías y no nos damos cuentas de cómo no es que no colmen las insatisfacciones que padecemos, sino que las ceban cual cochinillo segoviano. Los caprichos nos impelen a consumir más para apagar esa quemazón que se instala en el alma, reemplazando la felicidad por la absurda y a veces aleatoria adquisición de bienes y servicios que no necesitamos... y así se instala en nuestro espíritu un bucle maligno estirado hasta el infinito como la sucesión de Fibonacci; responsable de los veinte pares de zapatos que una chorvi atesora en su armario y no usa o el séptimo reloj que el titi se compra para que esta vez haga juego con su llavero (quizás pecando un poco aquí con los ejemplos de sexistas, pero de nuevo rotundamente estadístico)

Y para acreditar esta filosofía de pacotilla, de tebeo y whisky del Mercadona con la que os machaco, (ojo, culpa del Manué por decirme que me viniera a Londres) vengo a aportar como prueba inequívoca de su veracidad el hecho de que yo soy tan vil pecador como la chorvi de los zapatos o el titi los relojes. Tan pecador como tú amigo, tan culpable como tú querida.

Y si no mirad la foto de ahí arriba de la que esperaba que a estas alturas os hubieseis olvidado. Es el GTA 5. Es mi capricho. Un videojuego. Mi propia dosis de infelicidad tutorizada por mí mismo, con alevosía y empeño. Agotado que está en Londres de los muchos gilipollas como yo que lo han comprado (de hecho estamos aquí viendo a ver quién gana el gran slam de la subnormalidad en ese partido a la mayor gloria de la estulticia entre los que agotan el GTA 5 o los que agotan el Iphone 7) y me ha llegado hoy por correo. Ahí está, encima de la cómoda, con el precinto, esperando que mi capricho se desate y me ponga como un poseso a exprimirlo durante dos días, para luego volver a mis quehaceres, a mis amigos, a mi novelita, a mis cervezas, pero con cincuenta pavos menos.

Así que sí, soy un vil pecador y me contradigo, supongo porque como dijo no sé quién en mi (en todos) hay multitudes.

Pero voy a hacer un experimento.

Para espetarle al capricho que no lo tiene todo ganado, que esta batalla es suya pero nunca la guerra; y que al menos hoy le voy a dar una bofetada.

El experimento consiste en contener al capricho y no jugar, hoy -que tampoco soy un mártir-. Dejarlo ahí con su precinto. Y a ver si lidiando estas escaramuzas encuentro la motivación que necesito para acabar mi novela y quién sabe si no me veáis de aquí a poco hablando en chino.

A juí!!!

Manué... ¿éste lo retuiteas también no?



jueves, 19 de septiembre de 2013

La cultura de la queja.




    "No sé, imaginad que vais a comprar un ventilador a una cadena donde los ventiladores están tirados de precios, ahí, en el Centro Comercial los Alcores y el chico con el polo rojo que os atiende lo hace con desgana y os da información incorrecta, como que tiene seis aspas en vez de cinco u os confunde a la hora de explicarlos la garantía que cubre por ejemplo un fallo eléctrico pero no el caballito de plástico de tu hijo. Lo más seguro es que dejéis el ventilador a un lado o lo compréis, pero hagáis lo que hagáis lo haréis con un cabreo y a lo máximo que llegaréis es a un circunspecto “quiero hablar con el encargado” para descubrir que a veces hasta los encargados actúan con más desgana que los empleados.

Una de las mayores diferencias que he notado entre nuestras culturas, entre Alcalá y Londres, es el concepto de atención al cliente y los recursos que éste tiene para hacer valer su causa. En el pueblo vas a tomar unas tapitas a un bar y si las tapitas no están buenas o no se ajustan a la cantidad adecuada, vamos que están “pa echarlas a los perros” y encima en vez de una tapa te han servido unas migajas, la mayor represalia consiste en hablar de ello con tus amigos y compañeros y en no volver al lugar si acaso.
En Londres los nativos hacen lo mismo, pero además se lo hacen saber a la empresa. Antes a través del correo postal ahora mayormente con el electrónico. El consumidor británico es un consumidor exigente..."
    En el último articulo aparecido en el Guadaíra Información que he tenido el honor de elucubrar trata sobre cómo "el quejido" una cosa tan española y flamenca puede convertirse, si se le pone cierto maquillaje procedente de las islas británicas, en una herramienta para mejorar la sociedad. Si queréis seguir sabiendo los "¿cómos?" y los "¿por qués?"... pinchad aquí!!! 

martes, 10 de septiembre de 2013

¿Qué diferencia hay entre una pinta de cerveza y una meada?



"En Alcalá, allá donde vayas, para acompañar las conversaciones, unas aceitunas, unas gambas o unas papas aliñás, siempre hay una cerveza y esa cerveza es la Cruzcampo. Normalmente de tirador; en verano de salmuera por si acaso y en la Avenida Santa Lucía. Luego está el botellín, más para la noche, en la terracita o en el bar, un tercio, un cuarto o un quinto, y te distraes quitándole la etiqueta mientras intentas cazar las mirada de la que te gusta. El botellín de Cruzcampo también es figura perenne en todos esos mundiales o europeos donde la roja no alcanzaba más allá de los cuartos o cuando el Betis por fin ganó su segunda copa. La litrona era más para una tarde en la retama con una bolsa de pipas, un viernes en el “cespesito”, o un guiso en los pinos cuando se podía. Y luego la lata, la menos prestigiosa, que la dejamos pa la playa y la neverita.

Yo era hombre de una sola cerveza..."
La religión que más seguidores aglutina en el Reino Unido tiene al pub como lugar sagrado de congregación y aquí las ostias vienen en plural y al final, si la cerveza -verdadero ídolo de adoración- ha corrido en manantiales. De eso va el último artículo en Guadaíra Información, por el amor limpio y puro que los ingleses tienen por las agrias y pálidas. Si quieres leerlo pincha aquí!!!

viernes, 6 de septiembre de 2013

Honrar el pasado.




La tierra que me acoge tiene sus virtudes y defectos, pero entre sus virtudes está la de apreciar su pasado, conocerlo y honrar a sus héroes... el gobierno británico manda a mi pueblo a la familia descendiente de un tipo que quedó ahí enterrado hace doscientos años tras un acto heróico en las guerras napoleónicas, a un soldado y a un corneta para honrarlo con el motivo de la inauguración de un monumento en un cruce de caminos en mi localidad. 

De las guerras deberíamos avergonzarnos, y más de los que las firmaron, nunca de los que murieron en ellas. 

Ya no hablo de honrar y conocer a Don Pelayo o a el Gran Capitán o por poner y llegar al Cid. 

Un paseo por Londres y verás como hay cientos de monumentos que honran a los caídos en las dos guerras mundiales, y allí ponen sus nombres y apellidos. Hasta en la oficina de correos donde voy a recoger los paquetes que no alcanzo hay un placa siempre limpia y lustrada que rememora a los empleados de esa misma oficina que murieron en acto de servicio. Tipos anónimos, muchos adolescentes que empezaban a saborear los placeres de la vida; que fueron mandados al frente por la incompetencia, la ambición, la estulticia, el orgullo y la codicia de unos pocos... como sucede en casi todas las guerras, o debido a como formularía el sociólogo Marvin Harris a una necesidad de expandir el territorio y acaparar los recursos, pero a la postre encabezados por esos ineptos que no han sabido administrarlos, sembrando la devastación por medio. 

Obviamente guerras hubo muchas y cada una tiene sus singularidades y en ellas se establecen sus propias reglas de juego, se define lo que es un héroe o no, pero allende estas peculiaridades, honrar y recordar a los inocentes que derramaron su sangre por ello es lo mínimo que deberíamos hacer. 

Y una nación beliciosa como fue la nuestra ha abandonado esta causa. 

No conocemos nuestra historia, o la tergiversamos según donde nos toque, y así nos va. 

El único monumento que se levanta a mi pueblo para honrar a un héroe es de un tipo nacido en estas islas donde vivo, un tal John Scrope Colquitt. 

Que en paz descanse.


jueves, 5 de septiembre de 2013

Campus Party in London 2013 en 7 fotos.


Hoy pasé la el día en el O2 Arena, en el Campus Party de Londres, a lo que es lo mismo, un par de millares de informáticos de toda clase y condición... de esos que si les abandonases en una isla desierta se quejarían porque no tienen una conexión a internet. Y ahí vimos unas pocas cosas interesantes. 


Como que es 02 es en verdad un tienda de campaña gigante. 



Conocimos al tatatatarabuelo del que cuidará de nosotros o...
 el que nos quitará el trabajo. 



Vimos a un lobo que se había comido a un ordenador.... o viceversa
(no me pregunten por las plantas)



Ahí donde los ven... pasan el 90% en el warcraft, facebook y twitter, 
con el otro 10% del tiempo quizás se hagan millonarios. 



Canary Wharf y sus rascacielos queda a tiro de piedra.



Todo muy bien montado, pero yo eché de menos un stand de esos de masajistas
De hecho fui por el stand de masajistas. 
Tailandesas. 
Pero no había. 
Ni masajistas ni tailandesas. 
Había muchos tipos hablando sobre cosas de las que no entiendo. 
Y la gente les aplaudía. 
Algunos dormían una siesta. 
Pero cuando había que aplaudir aplaudían. 



Y por un rato pude experimentar eso de la fuerza.
Las ondas-vete-a-saber-como-se-llaman de mi cerebro consiguieron levantar 
unos cinco centímetros, durante algo menos de un segundo, 
una pelota de ping pong.
Sólo por lo de ser un jedi por algo menos de un segundo valió la pena,
a pesar de la no aparición de la masajista tailandesa. 



Señores organizadores del Campus Party, piénsense lo de incluir en el presupuesto un stand con masajista tailandesa... los que no saben de ordenadores y los que creen que una aplicación es algo que se pone en el baño se lo agradecerán.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Los Cotswolds.




Esa foto de ahí está tomada en Bourton on the Water, una idílica villa de los Cotswolds.

Ahí estuve hace un puñado de días y como al amigo Jorge de vez en cuando le gusta tener firmas invitadas pues en vez de derramar aquí mis experiencias lo hice allí en Guirilandia 

Así que si os place, mudarse un rato para allá.