jueves, 30 de agosto de 2012

En un desierto cibernético III



Me mudo, lo que implica que no voy a tener internet por un buen rato. Así que de nuevo incomunicado.

Después de 26 meses en la casa al lado del río resulta que me muevo unos 500 metros al norte. Pero aunque la distancia sea pequeña es un gran cambio.

Primero, me voy a vivir sólo con la rubia, la de australiana, esa que se ha decidido a aguantarme. Los de australia tienen fama de aventureros y doy fe de ello, aunque creo que la moza no sabe realmente dónde se mete. En definitiva, una nueva etapa en la relación que tengo ganas de estrujar.

Segundo, me separo de David, el arandino... con el que llevo viviendo cuatro años menos un mes y algunos días sueltos. Cuatro años menos un mes y algunos días sueltos dan para mucho, mucho, mucho. David, sin duda, ha sido uno de los grandes hallazgos de Londres y al final sientes un "no sé qué" de no compartir con él la balda del frigorífico, robarle los cigarritos y el pan bimbo, jalear al Madrid o tocarle los güevos cada mañana al llamarle "calvo". 

Tercero, el espacio. El sito a donde nos vamos podríamos definirlo como "cuco", pero lo cuco es pequeño y aún estoy dándole vueltas donde colgar la ropa, colocar el tablero del carrom, y qué huecos acogerán los libros. Supongo que las charities van a hacer el agosto con nosotros; porque me da que vamos a tener que donar la mitad de nuestras cosas. Pero bueno, es cuco. Cuco es taco, very cuco como dirían por aquí.

Y cuarto... no hay cuarto... literalmente, porque viviremos en un estudio.

Y quinto y último, tardaremos un no sé cuánto en volver a estar comunicados. Porque en este país superavanzado cada vez que quieres darte de alta en internet has de pasar un pequeño calvario.

Y ya va siendo hora de zanjar la excusa de mi previsible ausencia de las redes, porque en seis horas me toca una mudanza, limpiar la casa y dejar la moqueta como los chorros del oro.

Así que sin más: hasta pronto.


jueves, 23 de agosto de 2012

Gafapastas en el BFI




No creo que ningún lector tenga problemas en el reconocimiento del concepto "gafapastas" pero por si acaso podéis bichear aquí una definición bastante prolija.

Pues gafapastas hailos en todos lados, aunque yo me atrevería a cifrar sus raíces en la Barcelona intelectual post Juegos Olímpicos del 92, y en Londres estos van al cine en el British Film Institute.

Ahora mismo están en faena con un monográfico sobre "el maestro del suspense" como citaría un gafapastas, es decir, Alfred Hitchcock, el gordito calvete detrás de títulos como "Psicosis", "Frenesí", "Vértigo", "Yo acuso" y todas esas fantásticas películas que mi madre grabó en el viejo VHS cuando las pusieron casi todas en la 2... Así yo me convertí en un precoz... destructor de su filmografía porque sobre muchas de sus películas grabé encima "Oliver y Benji" "Dragon Ball Z" "Superdetective en Hollywood" y quizás hasta alguna porno de esas que daban en el video comunitario.

Recuerdo especialmente una cinta que no sé por qué razón se salvó de la quema. Quiero recordar que en cierto modo me sentía culpable y decidí guardar esa como prueba de que mi maldad no alcanzaba un grado absoluto. Contenía tres películas, porque nuestro video ultramoderno entonces grababa ya en LP: "Enviado especial" "La ventana indiscreta" y "Extraños en un tren", y no sé por qué extraña razón un día me dio por verlas, y de seguro empecé por la segunda ya que era la única en color. Desde entonces puedo decir que no ha habido ninguna película del calvo gordete que no me haya gustado. Y me maldije por haber malgastado tan preciado tesoro cinematográfico en paparruchadas que ya me importaban un carajo (porno aparte). Me lo tenía bien merecido, más en una época donde encontrar, sin el internet, con los videoclubs adictos sólo a las novedades de Chuck Norris y Stallone y sin promociones de DVDs en los periódicos, una película de Alfred Hitchcock era empresa casi imposible.

Tras esa cinta que se salvó de la quema me convertí en un cazador de sus películas y poco a poco pude ir restituyendo la colección.

Aparte de la anécdota de joven con acné adicto al cine y al video comunitario, me gustaría recomendarles a los que viven por aquí que de vez en cuando se den un vistazo a la página del BFI, que tiene su cosa ver una peli clásica de las güenas en pantalla grande. Eso sí, les aconsejo ponerse unas gafas de pasta negra y llevarse un libro para hacer como si lo leen justo antes de la proyección, si es de Simone de Beauvoir mejor que mejor y así les prometo que no desentonarán con el conjunto.

Y si van al bar cumplan con la etiqueta, nada de cocacolas, ni cervezas, el buen gafpastas bebe vino, tinto si puede ser (y no sé pierdan buscando las palomitas, no se venden ni son bien recibidas, tanto o menos que si se enteran que borraste "Con la muerte en los talones" por "Colegialas en celo aprenden inglés a pelo")

martes, 14 de agosto de 2012

Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Coca Cola.



Ya se han acabado las Olimpiadas. El próximo año con 366 días habrá otra si el calendario Maya nos permite pasar del 21 de Diciembre de este año.

No se si a ustedes les ha mosqueado ver esa ingente cantidad de sitios vacíos en cada prueba. Ahí que ves a Phelps ganar su veinteava medalla y tienes trescientos asientos libres, Bolt convirtiéndose en leyenda viva tal y como él mismo se autoproclama y divisas centenares de asientos libres, por no hablar de la esgrima, la lucha y así con cada una de las veintitantas disciplinas olímpicas en competición.

Y es que resulta que Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola tienen esos asientos reservados, reservados y gratis. A mi lo que me toca los huevos no es sólo que esos señores que ya de por sí tienen el dinero suficiente para pagarse esas entradas no las paguen, es que teniéndolas no vayan al evento cuando el resto de los mortales han luchado con uñas y dientes para conseguir un boleto que de lo lejos que estás lo que ves es a una hormiga cabezona dando saltos para enterarte después por el marcador que es el mismísimo Uchimura que acaba de hacerse con el oro en gimnasia artísitca.

Mr Adidas, Mr Samsung and Mr Cocacola están en un hotel en las inmediaciones hartándose de gambones y Sauvignon de Nueva Zelanda y al final prefieren verlo en el plasma de 52 pulgadas antes de que mover sus perezosos culos hasta el asiento donde lo verían en directo impidiendo así al resto de los mortales de ver el deporte que adoran, o el deporte que quieren empezar a adorar, o simplemente el deporte por el que estarían dispuestos a pagar una entrada a un precio aceptable. Pero no, esos asientos se quedan ahí libres, sin nadie que los cubra y ni siquiera tienen la precaución o la decencia de ocultarlos en los barridos de las cámara de televisión, ahí quedan sus vergüenzas expuestas y como con casi todo lo escandaloso que ocurre en este mundo: "aquí no pasa nada"

Son las entradas para las corporaciones. El comité olímpico reserva un número X elevadísimo de entradas para sus compromisos, para sus espónsores y colaboradores. Entre estos, los políticos y autoridades, los famosos de relumbrón, las sabandijas de las federaciones, quedan un par de entradas en las esquinas para el resto de los mortales.

Y yo me pregunto, no se les podría decir a esos señores algo como del tipo: oye colega, yo te doy un par de miles de entradas cojonudas, en los mejores sitios, para que cuando veas a Uchimura no veas a una hormiga con cabeza sino a un japonés cabezón, a la postre inmaculado campeón; pero me vas a dar los datos de tu tarjeta de crédito y un mes antes de la competición me confirmas que vas a asistir (porque vale que Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola estén en el hotel de al lado, pero es que habrá muchos ejecutivos que no hayan ni levantado sus nalgas del chalet en Marbella, del velerito en Busán o de su asiento ergonómico en su despacho de Atlanta) y si no me lo confirmas yo como Comité Olímpico soberano pondré esas entradas a la venta. Y si resulta que has confirmado y al final no vienes porque los gambones, el Sauvignon o la camarera tetona brasileña que lo sirve te lo impiden, te cargaré esas entradas en tu tarjeta oro de ricachón cabrón.

Incluso haciendo uso de las tecnologías se podría llegar mucho más lejos y poner automáticamente esas entradas a la venta a un precio rebajado, en taquilla como toda la vida, si -pongamos- a la media hora del comienzo del evento los Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola no han aparecido. Seguro que la organización esgrimiría contra esto problemas logísticos y de seguridad y todo el rollo macabeo... vale, quizás esto ya sería de una eficiencia más allá de toda comprensión humana. Pero lo de antes sería factible y el Olimpismo sería un poco más justo.

Y es que todo está muy mal hecho. David me contó que en la semifinal de fútbol entre México y Japón a la que obviamente asisitó, todo aquellos que les rodeaban les importaba tres pepinos lo que allí se estaba jugando, estaban con los móbiles, hablaban, se cortaban las uñas... todo menos ver el fútbol mientras que cientos y miles de mejicanos y japoneses y aficionados al fútbol en general tendrían que ver el partido en una pequeña pantalla sufriendo los cortes de conexión.

Y yo me pregunto: ¿habiendo viajado a la Luna y siendo capaces de detectar cientos de sustancias ilegales analizando el meado de un deportista a unas horas después de que se haya hecho leyenda viva, creo yo que podríamos organizar un poquito mejor el tema este de las entradas no?

La pena es que si al final se hiciera tengo la impresión que a Mr Adidas, Mr Samsung y Mr Cocacola que se están poniendo púos a beber vino y a apostar a ver con quién se va antes la camarera brasileña, los arañazos que supondrían el cargo de esas entradas a sus tarjetas se las pasarían por el forro con la misma parsimonia con el que ahora no mueven sus culos hasta el asiento que el Comité Olímpico les ha reservado para sus reales posaderas.

Así que todo sería igual. A lo mejor por eso es por que no lo cambian. Total, para que cambiar las cosas, si al final las cosas todas van a seguir igual.

Aunque esto último, no sé yo que no soy un experto, pero creo que encajaría mal con eso que llaman espíritu olímpico. Y ya que están todo el día dando la tabarra con eso del espíritu olímpico, no estaría mal que el propio Comité se lo empezara a aplicar un poco.

Y podrían empezar a hacerlo mostrando algo más de "fair play" con respecto al tema de las entradas.

Porque como dijo Cicerón "humano es errar, pero sólo los idiotas perseveran en el error"


lunes, 6 de agosto de 2012

El viaje americano.




Mi Londres se queda un poco más huérfana. Anibal y Duncan han empaquetado sus bártulos, han regalado lo superfluo, han rentado el piso, han dejado en préstamo algunas cosas como la bicicleta que tenemos hospedada en nuestro salón, han apretado la ropa en sus mochilas y han emprendido rumbo a América.

Pasaron la penúltima de sus noches Londinenses en nuestra casa y ahora mismo estarán en alguna playa de Cuba los muy cabrones.

Les conocimos gracias a esa cola del casting de Robin Hood que para tanto ha dado y con ellos hemos compartido los tres últimos años.

Anibal es un niño grande en continua transformación, Duncan es un malpata que siempre tiene el consejo justo en el momento preciso y a ambos se les echará mucho de menos. En pocas palabras... son genuinos, son geniales, son amigos.

Así que, pareja, que halléis vuestro camino, que sigáis siempre igual, y que a vuestra vuelta una Alphine estará aguardando... por supuesto en el White Horses.

Cheers.


jueves, 2 de agosto de 2012

La antorcha en Notting Hill.


Seguimos con los juegos.

España eliminada en fútbol y dos medallas, todavía ninguna de oro. Aunque todo esto ya lo sabréis.

En otro ejercicio de inactualidad os dejo esta foto para que os entretengáis buscando la antorcha. La instantánea muestra el relevo del fuego olímpico por su paso por Notting Hill donde me pilló a mi de improviso, el jueves pasado, justo hace una semana.

Yo que me imaginaba que me iba a resultar difícil capturar el momento ya que pensaba que lo que iba a acontecer era un muchacho corriendo que le iba a ceder la antorcha a otro; me topé de bruces con la realidad. Como epígono de la sociedad del espectáculo (véase Guy Debord) que son los JJOO, el tipo venía andando plácidamente, saludando a las multitudes, un autobús tuneado para la ocasión se detuvo y se bajo otro tipo de indumentaria similar deleitándonos con una sonrisa acaramelada, antes habían pasado varias animadoras, un autobús rojo de la conocidísima marca comercial de refresco de cola, osea, Coca-cola, un par de coches luminosos con el nuevo teléfono de Samsung, patrullas de policías, y varias comitivas de las que no puedo precisar su cometido además de la imprescindible ambulancia que supongo que socorrerá casos de quemaduras accidentales, ocasionales torceduras de tobillos y más que probables tendiditis por acarrear el cacharro en cuestión y poco más y lo que decía, que se tiraron unos cinco minutos para hacer el relevo sino más, entre otras cosas porque la nueva antorcha no prendía, luego dejaron que los niños se acercasen, los niños, las madres, los abuelos, el que pasaba por allí y alguno más -como podéis apreciar en la foto- y el nuevo corredor inició su singladura hasta que en algún otro punto no muy lejano se produjera de nuevo el multitudinario relevo. Como para perdérselo, como para que se te escapara la foto.

No dudo de que de esta manera digamos que se hace a la masa partícipe del evento, más aún si cabe porque allí se citaron el mismo número de aparatos de captura de imagen, fuera video o fotos, como número de anónimos asistentes. Pero lo que no me cabe duda que la belleza plástica del relevo se la han cargado. El hombre con la antorchita, sudando los últimos metros de su recorrido, divisando al relevista que ansioso espera recoger el testigo y acarrear el fuego olímpico hasta el siguiente corredor... eso ya es de otra era, eso ya es vintage.

Ahora, para que sea real, para que sea divertido, para que te de tiempo a sacar treinta fotos para colgar una en el facebook, otra en el twitter, otra para mandársela a tu novia y las restantes para archivarlas como ceros y unos y olvidarlas desde ya...  tiene que haber un camión de la coca-cola.

Estuvo gracioso el evento.