martes, 31 de enero de 2012

National Lottery.



En casi todos los lugares donde puedas comprar una cerveza, un poco de jamon york, panchitos y noodles instantáneos, podrás adquirir también un rasca, rasca... osea en todos los supermercados y en casi todos los hindios 24 horas.

Las cartulinas te cuestan desde una libra hasta cinco y los premios van desde el millón de libras a las ocho mil o a un sueldo de 40.000 para toda la vida, quitándole previamente los impuestos.

Los juegos suelen ser bastante simiscos... rasca y si el número da diez o siete ganas el premio, rasca y si el simbolito coincide, ganas premio.

En cada cartulina viene especificadas las "overall odd of winning a prize", osea, las probabilidades de que la cartulina tenga premio. En el caso de la foto es de 1 en 3,79. Es decir, que de media, si compras cuatro, al menos una debería tener algún tipo de premio.

Ese cartón de la foto es el doceavo, el que ha parado la racha. Hace como un mes compré uno y me tocaron cinco libras, con lo que reinvertí en otro, y de nuevo cinco libras, con ese me tocarón diez y compré dos en los cuales me tocaron cinco y diez de nuevo y compré tres, luego me toco otras cinco libras y así hasta llegar al doceavo cartón. El premio más suculento que he conseguido ha sido de diez libras y luego varios de cinco. Así que tocar, toca.

La lotería aquí es toda una institución y revierte el 28% de sus beneficios en buenas causas. Parece ser que han invertido hasta la fecha alrededor de 27 billones -billones ingleses- y dan parte de ello en "Good causes story"

Es bueno saber que 2,8 libras de la inversión inicial de 5 que hice en aquel cartoncito que me ha conducido a rascar otros once han podido contribuir a restaurar una pintura de William Blake, a la mejora de un centro de sordomudos de Southampton o que pueda emular el éxito de taquilla y crítica de la última ganadora de los oscars.

Así que cuando estés por aquí, ya viviendo o de vacaciones, y te entra el gusanillo y entras en un 24 horas y le compras a un tipo con turbante una Red Stripe, un sandwich de pollo tandoori, y unas pataticas fritas para irlas a comerlas a Hyde Park... sueña también con ser millonario, es una forma de hacer caridad.



miércoles, 25 de enero de 2012

Graffitis y osos de peluche.



Ahi en Goodge Street, justo cuando sales hay una plaza, un café Nero y un graffiti y el otro día un tipo con anorak rojo dándole de comer a las palomas.

Estábamos ahí de paso, comprando un oso de peluche en el Pollocks Toy Museum, que mayormente es una tienda con juguetes vintage y old fashion... vamos como con los que casi que jugaba yo. Una tienda muy maja para hacer regalos con un toque de personalidad, ya sea para uno que acaba de nacer o que no esté lo suficientemente crecido como para ser adicto ya a las consolas, los teléfonos o los Ipad, hay varias cosas que incluso podrían servir como elementos de decoración, ¿o no molaría un elefante de madera y rueda de colores como pisapapeles?

Y luego o antes del peluche, no lo recuerdo, el graffiti. Ahí en la ladera de todo un edificio, algo ya gastado, con esa película pálida como cuando los carteles de los helados no los remplazaba el panadero y se quedaban así, como vahídos.

Yo que no soy muy amante de los museos y de la pintura descontextualizada y cosificada ahí a la vista de tres mil turistas al día, los grafitis me flipan porque además de que puedan ser bonitos, rompedores, impactantes, equilibrados, oscuros o lo que fuera, se pliegan con el entorno y se convierten en un elemento más del paisaje, enriqueciéndolo. Por supuesto hablo de graffitis graffitis, no esas firmas más pintadas que sólo entiende el que las hizo y sólo le gustan a la novia del que lo hizo que se piensa que su macho es muy cool por disfrazar su firma con aerosoles y lo que está haciendo no es más que lo que hacen los gatos y perros cuando mean por las esquinas: marcando un territorio. El graffiti en cambio no marca el territorio, sino que lo amplia. Es una ventana en un trozo de pared a otro universo.

Luego me terminé el café, dejé de mirar por aquella ventana y me metí en el metro. Había un niño, Camil, que todavía no sabe lo que es un teléfono, una consola o un ipad y al que creímos que le haría falta un oso de peluche. Quizás Camil mañana sea un graffitero y dibuje nuevos universos, y eso es lo que me flipa de los bebes, sentir como una cosa tan pequeña podría ser tantas cosas...



martes, 17 de enero de 2012

El mechero que se acabó



Hice la foto del mechero porque este es el primer mechero que recuerde que he conseguido agotar. La vida generalmente está marcada por acontecimientos mucho más llamativos, pero adheridos a ellos están los momentos genuinos.

Así como el día que naciste es un día importante, el día genuino es el día en que tu madre y tu padre se dieron un revolcón y te concibieron. Así como el día en que te casas es en el que todo el mundo se engalana y lo celebra, el genuino es cuando supiste que querías que aquellos ojos siempre te sostuvieran. El momento crucial se produce cuando al final consigues el trabajo que anhelabas, el genuino cuando te das cuenta que el trabajo lo que hace es alimentar tu vida.

Para mí comprar un mechero y conseguir que no me lo roben, no perderlo, no romperlo o regalarlo y que me intente encender un cigarrillo mientras espero el bus a la salida del trabajo y este diga "hasta aquí hemos llegado" supuso un momento de incalculable valor. Si soy capaz de agotar un mechero, de atesorarlo hasta que se acabe, siendo como yo mismo soy, ahora sé que puedo emprender cualquier propósito en la vida; que todo es posible y que la clave del éxito está en conducirme como lo hice con el mechero.

El secreto está en darle el justo valor a las cosas, y las cosas todas tienen un justo valor y ese valor está intimamente determinado por un detalle del que a veces rehuimos. Y el detalle, de geométrica elegancia, es el de que las cosas se acaban.

Gracias mechero, por hacerme verlo.

miércoles, 4 de enero de 2012

2011



Esta entrada es por mi amiga Natalia, que sigue en Polonia plantándole cara a la vida. En un correo va y me dice que lo que le encanta de esto de las navidades son los resúmenes esos de lo mejor o más importante del año, en política, en cine, en música, etc.

Pues nada, yo hice mi lista propia... 11 items por los años del milenio que acaban de pasar.

Bye bye 2011!!!!

1. La mejor película (best movie):
Drive

Mira que habré visto películas este año, pero sin lugar a dudas este cuento con final amargo, película cruel y tierna, con cuatro o cinco escenas que hacen que se te pongan los vellos de punta, es sin lugar a dudas de la que mas he disfrutado. Así han de ser las películas de acción: directas, crudas, estéticas y con poco diálogo.

2. La mejor compra (best shopping): Risk 2210 A.D.

No es que sea mucho de ir a las tiendas, de hecho, me toca los cojones. Compro poco y suelo comprar cosas que me gustan mucho, pero entre los libros, el kindle, el backgammon, un chaleco y poca cosa más que he ido adquiriendo este año me quedo con el juego de los daditos. Ya hemos echado siete u ocho partidas y cada día me gusta más. Suelo jugar con las rojas.

3. La mejor conversación (best chat): Una con mi hermana por skipe.

Mi hermana es también mi amiga y gracias a unas sabias palabras suyas encontré un camino que todavía estoy recorriendo. Conversar es uno de los mayores placeres de la vida y completamente gratis, y sin tener que ir a ninguna tienda.

4. El mejor partido (best match): Barça 4-Santos 0

Debería ser alguno de los muchos clásicos que hubo en el 2011, incluso como madridista debería elegir el de la final de la copa del Rey, o el único que vi en directo en Wembley, pero para ser justos, tumbado en la cama, por la mañana vi un partido que hizo que el futbol pareciera arte y aunque el Barça es el enemigo, al rey lo que es del rey.

5. La mejor comida (best meal): Riverside Studios

Los Riverside Studios son un cine, galería de arte y sala de exhibiciones además de un bar y un restaurante. En el verano, en manga corta y con un sol de justicia me tomé en su terraza o una hamburguesa o un fish and chips; vamos que la comida fue lo de menos, lo que lo hizo especial fue el ambiente y la compañía.

6. La mayor responsabilidad (biggest responsability): Camarógrafo en la boda de guirilandia.

El Jorge va y se casa y no le da por otro lado que dejarme la cámara para que el evento se estampe en la posteridad. Ahí que voy yo y no grabo los discursos porque batería no hay más que una y porque en las películas los discursos se hacen en la cena y no en el pisquilabis, cohones. Todavía el mundo entero está esperando el montaje.

7. El mejor libro (best book):
One Day de David Nicholls.

A pesar de los Stark y Targaryen, de Alta Fidelidad de Hornby, de la sobrevalorada triología sueca de misterio de la chica tatuada, me quedo con One Day, suscribiendo todo lo que ya dije en su día.

8. El mejor viaje (best trip): La tumba de Marx

A pesar de que Edimburgo es muy bonito y Copenhagen un poco menos, que Sitges mola y Barcelona sigue estando igual de guapa, a pesar de que Sevilla es la ostia puta en verso, el mejor viaje de este año fue a zona 4, en el mismo Londres.

9. El sueño incumplido (undone dream):
El puto corto

No veas, todavía sigue ahí y algún día se acabará... digo yo.

10. La mejor lección (a lesson learned): "Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido"; o en el inglés original: "it´s never too late to be what you might have been".

Me lo enseño George Elliot mientras esperaba el bus 27 a la salida del trabajo. A ver si me la aplico, sea cual sea la cosa que yo debiera haber sido.

11. Lo mejor del año (the best of the year):
Mucho donde elegir afortunadamente. Por quedarnos con algo, diremos que los últimos días del año, con la piruja de mi hermana, el bueno de mi cuñao, la Martita y el tipo grande, la escolta de la Meritxell y con la rubia de la Maree.