miércoles, 18 de julio de 2012

Yo veré los juegos olímpicos... por la tele.



Debido al quisquilloso seguimiento que el amigo de Guirilandia está realizando a los JJOO londinenses, poco nos queda que añadir desde aquí.

Parece ser que no están todo lo bien organizados que deberían, que la ciudad se va a convertir en un caos de banderitas y chichoneras, que se les conocerá como los "juegos húmedos" si este maldito verano se sigue empeñando en seguir llorando y que ni siquiera podrás acercarte a la villa -Fort Knox- olímpica porque un par de batallones, varias empalizadas y no se cuántos misiles apostados en varias azoteas te lo impedirán si no eres uno de los espabilados que han conseguido una entrada.

Creo que la idea de los juegos mola, creo que esos añejos valores del olimpismo molan también... pero cada vez que se acerca una cita olímpica me asalta con más fuerza la sensación de que no son más que una metáfora radical de los tiempos que se avecinan.

Unos pocos elegidos dentro de sus vallas, saltando de alegría y felicidad en un mundo palomitero de titanio mientras el resto de los mortales agitarán sus banderas más allá de los fusiles y escopetas que velan porque los elegidos respiren en paz... anhelando ser parte de esos saltimbanquis que nadan en jugos embriagadores de artificialidad, armados de una envidia tenebrosa, que no hace sino impedirles cambiar el mundo que se despedaza a su alrededor.

Los juegos no son libres, los juegos son un apunte más en el libro mercantil de la mercadotecnia, en la que algunos se aseguran millones y otros sufren las consecuencias en la congestión del metro, mientras la pirotecnia nos espanta del meollo del problema.

Y el meollo radica en algo tan simple... que ni nos adoramos, ni nos hacemos más fuertes los unos a otros.

Así que los veré por la tele, y al menos espero que sean divertidos. La cosa empieza bien para los españolitos, sólo hace falta ver el chiste de equipación que nos han encasquetado.

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