sábado, 19 de noviembre de 2011

Una noche jugando al risk 2210 hablando de Wembley, la Roja y la Distric Line.



Mañana curro, uno aquí tira los dados de ataque, el otro se defiende. Yo estoy como Napoleón en Waterloo, aunque lo que quería conquistar era la luna, y hacerme el dueño de los territorios submarinos... pero aquí ando esperando a que el ejército negro me aniquile y así poder escribir esta entrada tranquilamente. Acabo de sacar dos cincos seguidos, pero en la tercera ha sacado un seis y me ha fulminado. Bye bye Oceanía.

Voy a perder (aunque todavía queda una infimísima oportunidad volcar la balanza en el último momento... ya os diré al final de la entrada si los astros se conjugan)

Y al igual que en este tablero repleto de ejércitos acudí a Wembley el sábado pasado a deleitarme con veintidos soldados luchando en un tapiz verde.

Ya sé que no es hora, porque las noticias en el mundo de hoy no duran ni el tiempo que se emplean en que aparezcan y de antemano asumo que no sólo es inactual, sino un punto absurdo comentar un partido amistoso de fútbol una semana después de de que el esférico dejase de rodar por el césped; más cuándo en el fútbol cada tres horas hay siete noticias.

No obstante, es hoy y sólo hoy, siete días después, cuando se me ha ocurrido una plausible explicación. La explicación que podría contestar a la pregunta: ¿Cómo pudo España perder aquel partido?

Y es que la mejor selección del mundo, sin lugar a dudas ninguna, la que despliega el juego no sólo más efectivo sino el más hermoso, perdió aquel partido por la misma razón por la que hoy me he tomado el café de mala manera, no he disfrutado el cigarro y he ganado menos propinas.

Un segundo, ahora continuo, que me toca regorganizarme, atacar y rogar por esa ínfima oportunidad que todavía colea.

Ha sido rápido. Creo que Oceanía nunca volverá a ser mía.

Bueno, continuamos. Normalmente todas las mañana me suelo levantar una hora y media antes de trabajar. El tiempo está calculado. Cinco horas de desperazamiento, quince de ducha, cinco de vestirme y otros cinco de recoletar las cosas que necesite, meterlas en la mochila. Diez minutos hasta Ravenscourt Park. Unos tres minutos esperando el metro. Seis minutos hasta Earls Court. Cinco minutos de nuevo esperando en enlace y otros diez hasta Notting Hill. Unos cinco hasta salir del subterráneo. Eso me deja una media hora. Voy al Nero, pido mi doble expreso take away y hago que me estampen mi tarjeta de fidelidad; salgo a la terraza y si está ocupada al banco que está enfrente del Waterstone, preferiblemente el del medio que tiene una balda suelta y suele estar desocupado. Me fumo mi cigarrito. Cuando más o menos queda un cuarto de hora me voy al Pret y me pillo un bocadillo, casi siempre el de proscuito -jamón malo italiano-. Cruzo la calle engulléndolo. Entro en el curro, ficho, me cambio, me hago un te de ginger y justo tres minutos antes de contar el dinero y empezar la jornada me fumo otro cigarrito. En la puerta de afuera, tranquilito.

Esta es una rutina que se despliega con una maravillosa exactitud y de esa rutina depende el ánimo para el resto del día y del ánimo depende mi buen rollo con los clientes y de ese buen rollo dependen en gran parte mis propinas.

España no gana a Inglaterra tumbándola en todos los aspectos del juego por el mismo motivo por el que yo un día cualquiera no hago las propinas que debería hacer.

Por la puta Distric Line.

Levantarme una hora y media antes depende de mí, como ducharme en un cuarto de hora y no en veinte minutos, al igual que de mi voluntad pende el hecho que tarde en recorrer la distancia de mi casa al metro sólo diez minutos y no once, doce, o trece. Pero tu voluntad no importa una mierda si el trenecito de los cojones le da por no llegar; o lo último: por llegar como hoy a su hora, pero ya cuando estás montado y leyendo "el Beso de la mujer araña" el conductor diga que cambia de itinerario, te tengas que salir y esperar al siguiente, que tarda lo suyo. Con lo que la demora al salir del subterraneo es ya mayúscula, y ese día hay cola en la cafetería y se te olvida la estampita y no tienes encendedor y cuando llegas al Pret tu bocadillo no está y no hay ninguno que realmente te guste y el semáforo está en rojo y cuando alcanzas a abrir la puerta de la cocina te encuentras con que hay un jefe nuevo y no te puedes hacer, por lo tanto, el té de ginger. Así que al final apuras como puedes el sagrado cigarrito de antes de entrar tras haber preguntado a siete si tenían mechero. En la puerta de afuera, no tranquilito.

Claro, rota la rutina, corrompida su exactitud, ese día no haces propinas.

Pues eso mismo le pasó a la selección, ella es la misma, su identidad se quedó intacta, hizo el tici-taca, fue fiel a sus principios, no tiró mucho a puerta pero tiró más, suficiente diría yo; y ese día al igual que a la Distric uno cualquiera le da por no llegar o llegar tarde, ese día, al balón le dio por no entrar.

No hay que buscar culpables, no hubo errores de bulto, es un ejercicio vacuo analizar cada detalle para explicar por qué ese pase fue así, o por que no llegó ese defensa, o porque dió en el palo y no salió fuera.

Es sencillo, y mejor que lo aceptemos. En los partidos y en la vida, a veces los balones no entran y los metros no llegan.

Por cierto, al final el milagro ocurrió. Gané, como la foto de ahí abajo testifica y al señor que iba en cabeza se le ha quedado una cara de... (pongan ustedes el adjetivo) que no veas.

A ver, este es un risk tuneado, y esa es una tabla de resultados. La ficha roja, yo, no podía ser de otra manera, es la que al final se llevó el gato al agua (aunque he de admitir que aunque de rojo, jugando más a la italiana)

Y es que gracias a dios, a veces también, los trenes llegan y los balones entran.


5 comentarios:

JHS dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=H4VtlttQ4VM

Manuel dijo...

Muy apropiado el comentario de JHS. :-)

Hasta ahora no me había dado cuenta de que el Enjuto y el Calvanki son caricaturas mutuas. :-)

la cabeza en la puerta dijo...

¿Me ha parecido entender que eso de la puntualidad y la rigurosidad británicas, en este caso de los autobuses, es un mito como tantos otros?, ¿y qué clase de Risk es es?, no es que haya jugado nunca, pero estoy bastante implicado con el hexempire (en projuegos.com), que creo que se le parece, ¿no?, y por cierto, ¿qué fue del cortometraje?

Calvanki dijo...

Illos, es la tercera vez que intento contestaros.


Negro, no lo pillo, explica please

Manué, el simil no mola, más feo eres tú, jejeje

Y Javi el corto está en barbecho, pero algún día, algún día, como Enjuto.

Ta lue, coleguis.

Londres para españoles - Guirilandia dijo...

El corto está madurando en barrica de plástico (o el material del que esté hecho mi disco duro) y pronto lo embotellaremos a ver que sale.
Para Navidades os compro el Enredos...