martes, 3 de julio de 2012

Tres pájaros de un tiro.


He descubierto un par de cosas en estas vacaciones.

Me llevé a la de la foto a Lanzarote. Unos tres meses atrás, soy bastante previsor, me tomé vacaciones para, en caso de que la selección llegase, disfrutar de las semifinales y la final de la Eurocopa a gusto. Y cuando se fue acercando la fecha, como mi hermana vive en una isla que está de puta madre pues quise matar tres pájaros de un tiro.

El pájaro de ver tranquilo la semifinal y final porque España no sólo llegó, sino que arrasó en último partido, convirtiéndose en un equipo que de batir records se ha convertido en un ladrillo más en la muralla de la historia.

El pájaro de pasar una semana bajo el sol, auyentando las prisas, haciendo que la barriga crezca, riéndome, bañándome a las doce de la noche con la luna ahí arriba y el mar meciéndola, vamos lo que viene a ser una semana de vacaciones.

Y el pájaro de que esa de la foto le vaya cogiéndole el royo. A España, a mi hermana, al idioma, a foiegras la piara.

Lanzarote nos recibió con kalima. Un viento o algo que trae arena y provoca que el paraíso se convierta en Chernobil. Y la kalima se quedó ahí como cuatro días. No se veían ni los volcanes en el horizonte. Así que le pusimos buena cara y nos dimos un garbeo por los espacios manriquianos, un tipo el tal Cesar Manrique, que puso en práctica en su isla esa arquitectura que te dice: soy paisaje. La cueva de los verdes, los Jameos del Agua y el Jardín del Cactus, son sitios que uno se alegrará descubrir. Al día siguiente un poco de Timanfaya, ese paraje Marciano, y por supuesto la playa. Papagayo y Playa chica. Un cocktel a las laderas del oceáno, el periódico por las mañanas y un te de vuelta a casa.

Tres días y nos fuimos a Fuerteventura, la isla de ahí abajo, con sus dunas invadiendo el asfalto en ráfagas de remolinos zigzageantes y un viento que siempre te andaba empujando. Unas lentejas, en un cuenco pequeño, hicieron que sintiera el cielo en la boca. Que bien sabe siempre lo antiguo. Y ahí anduvimos viendo fútbol, comiendo helados, yendo a mercadillos, y bañandonos a las doce de la noche con la luna ahí arriba y el mar meciéndola.

De vuelta a Lanzarote una mañana en un spa y asadero de Diego. Jir, Carla, María, Bea, cerveza tropical, bombay tónica y la carne que mi cuñao iba subiendo, que sólo algunos privilegiados pudieron  acompañar con un artesanal pan del centeno, que duró menos.

Además de todo eso me eché algunas peleas con mi hermana, solo nos enseñamos las uñas, como para hacernos entender que todavía andan ahí, jeje. Mi hermana, para quién no lo sepa, es la mejor del mundo. Y está bien de vez en cuando desempolvar los sables y tirarnos de los pelos como hacíamos hace veinte años. Rejuvenecemos.

También aprendimos a tirar sidra Asturiana y por fin probé los caracoles. Y me quemé, por supuesto, a parchetones, la de la foto le dio al spray pero no extendió la crema, diecisiete fotos lo demuestran. Y de fotos que hablamos, me descargué Instagram, como la foto donde está la de la foto también lo demuestra.

Me lo pasé a de lujo y siendo verano, lo único que faltó fue el gazpacho de mi madre.

Y como os dije he descubierto un par de cosas.

Pero esas, no se van a decir en este blog.

Tienen copyright.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuatro días de kalima no interrumpen a Álvaro esa maravillosa semana.Te acompaña el duodescubrimiento, y descubrir casi siempre es maravilloso!!
Saludos.

Neli.

Calvanki dijo...

toda la razón del mundo que tienes.

Un beso guapa :)