martes, 2 de diciembre de 2008

Callan o no Callan, he ahí la cuestión.

Lo prometido es deuda... ahi va la parrafada.






Callan o no Callan, esa es la cuestión (lo que no es una interpretación shakesperiana de un Hamlet metido a presidente de un congreso de los diputados cualquiera, ni mucho menos, sino más bien el singular relato de una decisión)

Subes unas escaleras. Generalmente a los sitios interesantes se suele acceder siempre por unas escaleras. Quizás el motivo sea la ancestral división de nuestros antepasados más remotos, lo bueno arriba, lo malo abajo.

Ahora que pienso. Es más interesante en realidad bajarlas, las escaleras digo. Y es mucho más interesante si cabe descenderlas atravesando sinuosos escalones, en cascada de serpenteante caracola abrigados por una atmósfera fogosa de progresiva quemazón (estaréis todos de acuerdo que un puticlub siempre será más interesante que un púlpito)

Pero ese no era mi caso.

Yo las subía.

Corredor estrecho, mal pintado, ascendía por lo que parecía un segmento de un plano aritméticamente perfecto. Una armonía cadente y cansina, en todo. No estuve en Alemania, pero podría deciros que en cuanto a lo “interior” los ingleses son matemáticamente alemanes. Olía a humedad y todavía palpitaba un leve vestigio del frio mojado de la calle. Eso hasta que atraviesas un portón crujiente, trompetas por bisagras y lasquillas de color blanco cayendo al suelo a cada trayectoria pendular recorriendo un ángulo de 90 grados para dejarte paso (que es la forma retorcidísima que tengo de decir que atravesé una puerta vieja); entonces te noquea un golpe de calor gaseoso y te desnudas. Estás en tu planta. Desnudarte significa quitarte de encima por fin ese pesado abrigo que ahora te está afixiando.

Realizada la operación buscas tu aula. La localizas. Entras.

Franqueas para ello otra puerta cascarillada y blanca, aún más pútrida debido a perenne humedad, pero con la sutil diferencia de que ésta detenta un cristal transparente en vitrina. Su función: poder comprobar que es tu clase reconociendo a la peña. Vamos como todas las putas puertas de aulas de este puto mundo. Aunque claro, al ser mi primer día este truco no me ayudaba en nada, y en realidad no creo que pueda ayudar en mucho a nadie aquí. En la Callan nunca estarás seguro del todo, hasta que pasan lista, de que estés en la clase correcta.

Quizás por eso pasen lista.

Allí te espera una tailandesa, que tras varias clases todavía no tienes ni idea de cómo se dice su nombre (es algo parecido a Rontai, pero vete tú a saber); una italiana que fue sólo dos días siempre despeinada; un esloveno que parecía el mismísimo hijo de Sabonis; un boliviano llamado Milton; una ama de casa muy, pero que muy, abnegada y diligente en el aprendizaje, de origen turco (con añejas gafas de pasta incluidas, rosario-será turca cristiana-, y ropa del Rubio); y uno que no podía faltar: el cruce entre un checheno y el Gallo Claudio. Bueno, y estos son los más o menos estables y reconocibles, después la clase se nutria de una legión de vampiros idiomáticos que aparecían y desaparecían misteriosamente –yo con alguno probé a mostrarles un cruz, con los dedos, haber si se asustaban o echaban humo; como podéis imaginar no ocurrió nada y sólo me he labrado una justa fama de fanático, pero inofensivo, religioso. Qué pena que la superstición se siga confundiendo con la religión-.

Este es el marco, el contexto, el nicho…

…esta es mi clase. “Callan”139 Oxford Street. London. Uk. Classroom 314, 3ªFloord. Para más señas se encuentra abnegada por los bizarros escaparates de dos típicas tiendas británicas de Oxford Street regidas por Indios; en las que te liberan móviles, venden bolsos, gorros y boinas de los más diversos estilos y puntos cardinales, tabaco, alguna medicina, souvenires, paraguas, te hacen tatuajes, hay una pequeña oficina de cambio o de la Western Union (me persigue), e incluso quizás puedas comer algo o adquirir algún manjar típicamente indio, por no hablar de los más extraños e inusuales imanes para frigoríficos. Ahora parecen ser muy típicas, incluso con mis ojos de extranjero me resultan hasta normales, que encajan con el Londres siempre imaginado. Pero no dejo de pensar que un estirado tipical english, ya sabéis, el típico rubio o castaño claro, ojos grises y nariz ligeramente inclinada hacia arriba, lo que les dota de ese sempiterno y característico semblante del que huele una fragancia apestosa, al pasar por delante sentirá más o menos lo mismo que cuando un Alcalareño pasea por la calle Mairena y piensa: jo to esto está plagado de tiendas de chinos y moros. El Alcalá también hay pues estirados tipical english.
Que me desvío. Mi clase, normalmente el 314 en la tercera planta.

Llegas.

Estás en tu primer día de clase, en la clase más o menos antes descrita. Tras un barrido infinitesimal ya buscas el asiento, el último que queda con los dos sitios de al lado libres. Conquistado el lugar esperas a que si ha de entrar algún otro no se siente a tu lado, es el primer día. Es una manía muy personal: todos mis primeros días los quiero pasar con el menor contacto corporal posible; una neurosis muy corriente y generalizada por otra parte.

Nadie entra.

Ningún alumno más me refiero. Fui el último en mi primer día. Algo que traiciona otra manía mía… pero es que las manías a veces escapan a nuestro control.

Luego viene el profe. Una manada de profes para ser más exactos. Evidentemente no todos a la vez. Dos horas al día, cinco días en semana, suman 10 horas, lo que significa que pasarás por 10 profesores distintos. Yo ya los tuve. Uno detrás de otro, diez no, miento… ocho: dos repitieron una vez.

Sin duda me quedo con la primera, fue la mejor… sin duda. Genial. Genial, así es ella.

Asi que entre fisgón y expectante, algo aburrido por qué no, hace su aparición, su espectacular y teatral aparición la mejor profe que he tenido en la Callan. Es como una versión de la campanilla de Peter Pan, tuneada a lo siniestro y cebada a hierro durante décadas con una surtida gama de comidas hipercalóricas. A riesgo de desafiar todas las leyes meramente físicas yo vi como esa pedazo de mujer –en todos sus aspectos- se tiro unos cincuenta minutos en una pseudo clase de step de última generación (cuando no body pum, o rumping pam, o janpin tam) mezclado por otra parte con unos gráciles y esplendorosos movimientos de ballet clásico.

Sin descanso, sin pausa. Inexplicable.

Ha sido la manera más maravillosa de inyectarme ingles en el brain que nunca haya experimentado “Inyéctame Inglés en el brain” parece el tema de un grupo de segunda fila de la movida madrileña.

Luego vienen los otros, profes me refiero. Más o menos todos con un nivel aceptable y como el lenguaje es tan rico, cada uno digamos te suele aportar un matiz diferente: unos acentúan más la pronunciación, otros la rapidez de las respuestas, la construcción de frases, etc.

Admito que pienso que forma parte de un plan secreto: que aprendas a hablar inglés.

Así que siguiendo esta lógica maligna, ese siniestro plan preconcebido, los profesores se especializan en un área o aspecto distinto y van rotando, brindándote un panorama completo de lo que es su lengua. Esto deja a nuestro grueso pellizco de rubia tipical londinense pero con quilitos de más y a lo siniestro (a la que el mismo Nureyev la alecciono en clases particulares) interpretando el papel de gancho, es la que te cautiva para que resistas a la segunda sesión de locura colectiva. Es la sirena del lugar. Luego están el culo botellas empollón, el árabe pequeño y graciosillo con los labios perennemente quemados, el listillo poliglota, el nórdico imberbe paupérrimo pero motivado, la señora –profe de la vieja escuela- que todavía se está preguntando cómo es que ha acabado ahí. Una pecera de lo más variopinta, donde, como no puede ser de otro modo, la sirena es la reina.

Esos los profes, nosotros los alumnos. Si eso, los de antes mencionados. ¡Ah! Perdonar mi elipsis, que antes no me retraté yo, y es injusto, porque yo formo parte también de esa clase. Así que supongo que si me viese desde fuera. “el típico postadolescente sin rumbo con pocas ganas de afeitarse” sería una aceptable descripción (está claro que uno siempre es más complaciente consigo mismo)

¿Y por qué las clases de Callan parecen sesiones de locura colectiva?



Aquello es una reunión de papagayos anfetamínicos. Papagayos, papagayos auténticos. Saben lo que es escuchar a un andaluz, a una napolitana, a un eslobeno, a una turca, a una tailandesa y a dos o tres más de cualquiera de los confines del mundo intentar platicar en un idioma ajeno. Y cuando afirmo papagayos auténticos, lo afirmo categóricamente: exactamente nos tiramos 90 minutos, con un descanso de 15, repitiendo de forma torpe, grosera, estúpida e infantil las frases que la profesora nos dicta. Además el asunto del contraste no hacía más que empeorar las cosas. La dulce, virginal y cantonesa voz de mi maravillosa profe, pautando la entonación con saltitos de verdadera gimnasta, a través de una armonía labrada de seducción, musicalidad y por supuesto humor no tiene nada que ver ni comparar con, por ejemplo, la mujer turca, diligente y predispuesta, que tras ajustarse la montura de las gafas, junta luego las manos y con todo su corazón, hinchado de abnegación, contesta, repite e imita. Pero claro, lo que sale de su boca es miedo, vergüenza y un sonido gutural ciertamente poco agradable para un oído como el mío. Fuera aparte que la cadencia de sus palabras suenan muy parecido a los gritos que podría prorrumpir, perfectamente, un zorro si se le pilla la cola con una turboaspiradora. Un zorro con ronquera y después de una noche de charanga y juerga, que la señora es turca. Pero hay algo que me encanta en esta mujer, en esta señora. Cuando termina su erupto idiomático se siente ridícula, pero lo supera con una compostura encomiable. La cabeza siempre en alto. Como si su padre hubiera sido un militar, sargento de la 5 brigada de infantería de la 7ªCompañia de las huestes del memorable general Ataturk (es para darle fanfarria bélica) y que algo de esa dignidad castrense se haya quedado impregnada en ella. Ya de por si es duro estar en una clase donde casi todos tus compañeros pueden ser tus hijos.

Podría describir el maravilloso coro de voces angelicales que allí conformábamos, señalando las particularidades una a una de cada uno de sus miembros (entre los que seguramente yo tendría un papel destacadísimo) pero como que voy a pasar de hacerlo.

Además también es una manía mía la de intentar no extenderme demasiado (está claro que esta manía nunca la cumplo, por eso siempre dejo este tipo de párrafos como advertencia y disculpa: vale, me he pasado escribiendo, pero ojo, que todavía podría escribir más y no lo hago)

En definitiva. Es perfectamente legitimo e incluso comprensible que para muchos, tras probar algo este innovador método de aprendizaje, se sientan tan lerdos, lelos, en definitiva, bufones, que prefieran retornar a métodos más tradicionales. Es que los seres humanos solemos tender al conservadurismo. Y aunque la Callan parezca un circo de neuróticos desorientados con ínfulas de orfeón postmoderno, que queréis que os diga, a mi es que me da en el olfato que este método será efectivo.

Así que ante el dilema de: Si Callan si, si Callan no.

Callan Si.

No por na, sino porque imita a los niños, -repeat, repeat y mas repeat-, y los niños, esos putos enanos, son sabios.

Ya veremos.

Pd: Ya que hablamos de cuestiones idiomáticas. Para los que niegan que el Alcalareño podría refundarse como un idioma autónomo. Mariano y yo hemos entrado en una tienda de nuestro barrio regida, como no, por un Indio. Antes de comprar no hemos puesto a hablar: cuál compramos, si éste o el otro, la marca, la cantidad, etc… Aquí ahorramos en todo, es un constante mirar por la peseta. La cuestión es que el hombre extrañando nos ha preguntado: ¿ustedes que idioma habláis? Lo que traducido en alcalareños sería ¿utede qué carajo idioma hablai cohones? Al responder nos hemos equivocado, siglos de dictadura lingüística, dijimos que hablábamos español. No, en ese momento éramos dos alcalareños discutiendo en su idioma enfrente de un Indio en South Ealing Road. Y al final tuvimos lio con el tabaco, las marcas, la vueltas y los gramos. Pero esa será historia para otro día.

16 comentarios:

Calvanki dijo...

Chili Palmer, ves como no se me puede picar...jajajajaj.

la cabeza en la puerta dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
la cabeza en la puerta dijo...

No es eh ahí, sino he ahí... ¡cómo vas a aprender inglés si apenas sabes hablar español, tío!... rediós, y a ver si pones ya los vídeos, que nos tienes en un vilo.

Calvanki dijo...

Corregido.

Los videos pokito a poko que son muchos y esto tarda que te cagas.

Manuel Bernal dijo...

A mí me ha pasado tb el decir que hablo español, o incluso castellano..., fíjate, castellano...!

Calvanki dijo...

Es que... Coco... cuando nos ponemos a hablar en nuestro idioma nadie nos entiende.

Manuel Bernal dijo...

Ni las flores

Cecilia dijo...

Coco, a ti no te entendemos ni nosotros. Es por el absurdo empeño que pones en no vocalizar y qué decir de Álvaro, el se reafirma como castellano parlante, de Valladolizzz para ser exactos. Como ya te he dicho en muchas ocasiones, eres más de Alcalá que un mollete, de esos que ahora tanto anhelas.
Deberías meter un vídeo de tus clases!!

Cecilia dijo...

por cierto, eso de "comentario suprimido" ... ¿censura en el blog? jajaja!

JHS dijo...

Ha vuelto el Saramago alcalareño, me ha gustado esta entrada, tu lirica, veo que no te has enfriado. Por cierto a ver si hablamos algo reconocible aunque no sea ingles... muy bueno lo del indio, me hubiese gustado ver la cara, tanto de él ante vuestra palabrería, como la vuestra ante la pregunta!

Calvanki dijo...

Soy de Valladolid y punto.

Comentario surpimido por el autor, yo no tengo nada que ver, que conste.

Calvanki dijo...

Gracias Borre... eso de compararme con Saramago me adula...jajajaa.

Lo del indio fue genial... su cara vale millones.

JHS dijo...

No soy el Borre eh!

Cecilia dijo...

es javi, no? te estás liando Álvaro. Creo que no estás preparado para tanto éxito en tu blog... de aquí a poco no seremos más que unos simples nicks, sin persoalidad, sin un nombre, qué fuerte!!

JHS dijo...

Gracias Cecilia!

Calvanki dijo...

JHS y Cecilia... por mi os podéis ir al carajo (broma,jajajaj)

Si, sé perfectamente la identidad de JHS lo que pasa es que también estaba contestando simultaneamente al Borre y por eso la confusión...

Que uno no puede ni equivocarse, coño!!!!

Saludos